Door fosforito (ik speel en ik ga)
El partido de cuartos de final, entre Argentina y Países Bajos, había empezado mucho antes que a los 15 minutos del primer tiempo cuando llegué a la casa donde me esperaban para verlo (Algunos ansiosos somos así: posponemos planes a último momento o damos tantas vueltas que llegamos sobre la hora o tarde a casi todo). No es por cábala, pero desde hace algunos mundiales que me limito a mirar los partidos y los resúmenes posteriores, ahorrándome la previa insufrible de cruces de declaraciones, los detalles sobre los sabores de los caramelos que comen algunos jugadores de la selección en la previa a los partidos, de la supuesta molestia que tendría en el aductor derecho el lateral izquierdo y que lo pondría en dudas para el partido, las estadísticas y la futurología, porque los pingos se ven en la cancha, el movimiento se demuestra andando, todo lo demás es sarasa.
Decía: Me había perdido toda la previa que había calentado un encuentro a todo o nada entre dos selecciones con histórica rivalidad mundialista. Y agarré un partido empezado. Un partido que resultó grandioso, inolvidable, con todos los condimentos: buen pie, estratégia, garra, fricción, juego psicológico, agresividad, incertidumbre, tensión, heroísmo, tristeza, desahogo… y podría seguir.
Después, con el correr de las horas posteriores, caí en la cuenta de que el partido empezó mucho antes. Incluso antes de las críticas del técnico neerlandés hacia la máxima figura que tiene el fútbol argentino y mundial desde hace, por lo menos, 15 años. Mucho antes que ese mismo técnico ninguneara y colgara a ídolos “sudacas” como Rivaldo, Falcao, Di María, o Juan Román Riquelme…Van Gaal -como leí- es “un despótico director de cine, al mejor estilo de la “era de oro” de Hollywood, cuando los actores eran simples instrumentos del realizador”.
Entendí que el partido empezó hace más de cien años cuando comencé a leer descargos cargados por momentos de una exaltación desmesurada de lo nacional frente a lo extranjero en respuesta a la prensa de los “buenos modales” que ponía el acento en el jugador extraordinario que no había podido contener al hombre vulgar, o en el equipo que puede llegar a una final o a un partido por el tercer puesto sin haberse cruzado en su periplo a otras otroras selecciones campeonas del mundo, o el equipo que no sabe ganar porque no guarda moderación ni tiene respeto por el rival derrotado…
Ese periodismo que contó la historia a medias, sesgada, como lo hace siempre, sin mostrar las gastadas y las provocaciones de los neerlandeses -“bonitos y educaditos”- durante el partido y en la tanda de penales, pero eso es lo de menos, porque eso es parte del fútbol.
Lo peor de ese periodismo es que -como dijo Alfonsín- “se especializa en titular de manera definida, como si realmente quisiera hacerle caer la fe y la esperanza al pueblo argentino”.
A ese pueblo que considera “debe ser el más fracasado de los últimos 70 años», al decir del ex presidente. Que lo dijo allá del otro lado del Atlántico, rodeado de ilustres, en “La Madre Patria”, a la que la expulsión de estas tierras habría producido enorme angustia en los próceres de la Revolución y la Independencia.
Ese periodismo que habla por las corporaciones que -sin dudas- necesitan que al combo de la inflación y la grieta política, se le sume la tirria y la tristeza de todo un país, y mejor aún cerquita de las Fiestas de Fin de Año, cuando los ánimos se pueden prestar a cualquier cambalache, a cualquier extorsión.
Este partido empezó hace tiempo con el «juego» de denigrar lo propio y ensalzar lo ajeno. Los que imponen agenda y forman opinión siguen repitiendo la vieja idea sarmientina de la superioridad europea sobre la inferioridad iberoamericana… Y nunca fallan, siempre lo hacen cuando el pueblo se pone feliz. Porque alegres sí, pero orgullosos nunca.
Sin embargo, no se vio tanto escándalo cuando un diputado le hizo gesto de dedo en el upite dentro del recinto a la presidenta de una de las cámaras de uno de los tres poderes de la República con la que tanto se llenan la boca hablando, o cuando parte del Poder Judicial se mueve muy campante y obsceno como Al Capone en sus burdeles.
El partido empezó muchos antes y no terminó en los penales.