El teatro como homenaje

Por: Fernando Belottini

Leer o escuchar un cuento por algún dispositivo, que alguien nos lo lea de manera presencial, con la mejor dicción o entonación, o lo narre oralmente de manera expresiva, son distintas instancias de recepción que, bien resueltas, pueden resultar placenteras.

Ahora bien, cuando la letra encarna en narrador y personaje de la manera que lo hace Eduardo Velázquez y logra transmitir la truculencia de los textos de Quiroga, transformando la narrativa en dramaturgia, producen una experiencia nueva, rica y vívida de lo que se cuenta.

No son historias utilizadas para una (otra) trama, sino las historias tal como las concibió el escritor y validadas por la historia de la literatura a las cuales la puesta le agrega una expresión corporal, voces, gestos, luces, sonidos y objetos que ayudan a generar algo nuevo.

Es decir, pone en tensión la cuestión de la representación versus el texto para decirnos que el teatro es (también) en definitiva un espectáculo donde confluyen diversos espacios (vestuario, música, guión, mímica, voz, etc.) y su armonización -o coherencia interna- es lo que puede hacerlo atractivo o no. No hay guión que nos salve de una mala actuación, ni fallida actuación que nos revele un buen texto o su ausencia.

Quizá Velázquez no necesite del soporte utilizado para mostrar sus dotes, ni apaciguar el dramatismo y terror entregando caramelos al público. Nos alcanzó esa manera comprometida de contarlos y compartir el homenaje a un uruguayo fundante de la literatura argentina.

Concordia, 13 de junio de 2022.

Ficha Técnica:

Actuación y puesta: Eduardo Velázquez (Villa Elisa).

Dirección: Sergio D’Angel

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