Por Fosforito
Las sociedades van pasando de ciclos en los que se exaltan los valores colectivos a ciclos individualistas, y siempre el salto se produce a partir de momentos de gran decepción… No lo digo yo, lo leí en algún lado y no recuerdo dónde…
Hoy es momento de descontento y uno que ya viene muy cansado de arrastrar las patas hace… ¿Cuánto? ¿5 años?
Quizás algunos no lo recuerden, pero la fractura entre la política y la sociedad parecía irreversible allá por 2001 (“que 20 años no es nada”, dice un tango), y si bien tuvo un período de reconciliación durante el Kirchnerismo, que alcanzó a cumplir con algunas de las demandas que la democracia tenía sin satisfacer, la herida nunca sanó del todo.
En el 2015, como el bolsillo respiraba, nos entretuvimos con el show de las denuncias, las historias de conspiraciones, las tramas secretas, las inconfesables motivaciones, las dobles intenciones… Nos pareció cierto que estábamos bien, pero íbamos muy mal, y que así no podíamos seguir, que se podía vivir mejor, que necesitábamos un cambio donde no íbamos a perder nada de lo que ya teníamos… Y cuando entramos en la encerrona quisimos poner marcha atrás…
La decepción es mucho más grande por querer volver -hasta ahora sin éxito-a ese pasado donde fuimos más felices, luego de que el tiempo hiciera sus destrozos, después que fuimos ingenuamente corriendo detrás de otra traición.
- La pobreza cero era un camino y no un objetivo a corto plazo. Lamento si se confundió con una promesa, estimado
- Pero Fosforito, ¿usted no vio cómo me hablaba? Encima mirándome con esos ojitos de color del cielo
Ahora tampoco hay asado, hay polenta. No hay vacaciones en familia sino subsidios al trabajo. No hay auto nuevo, ni heladera llena, hay otra vez fin de mes eterno. Hay deuda, FMI, una peste y políticos que se pavonean como si fueran estrellas de cine.
La desilusión del presente tiene como salida de emergencia a los villanos que se fueron ayer.
Y en el fondo de nuestros corazones sabemos que perro que muerde, muerde otra vez: Sin disimulo nos ofrecen volver a la libertad del sálvese quien pueda, de disfrutar vivir en la incertidumbre, con trabajo precario y sometido.
La situación de crisis lo amerita, explican. Ya no necesitan como antes hacer promesas imposibles a un pueblo bastante empalagado, ahora alcanza con recetas crueles «por nuestro propio bien”.
La mejora en las condiciones de vida debería venir, según ellos, como consecuencia del crecimiento económico. La pregunta es si no sería al revés, si acaso la mejora en las condiciones de vida de las personas es la que origina el crecimiento económico.
La segunda alternativa es la que parece funcionar para la mayoría. La primera es la que sostienen las élites que terminan quedándose con todo bajo la promesa que derramarán sus riquezas, como una pirámide de copas donde el champagne va cayendo en cascada o, una metáfora menos agradable, como comida que cae de la mesa para festín de los perros.
Parece que ya le no importa a nadie si el gato es blanco o negro, lo que se espera es que atrape ratones.
No pudimos, hasta el momento, volver al pasado anterior, el que añoramos, pero con otro envase, más medido, menos chocante, pero ¿por eso querríamos volver al pasado inmediato?
Y sí, se entienden las ganas de darle la espalda a la democracia, de romper todo o de votar a un Guasón incendiario.
A falta de satisfacción, apetito por la autodestrucción.