Por Fosforito
Sólo para saber cómo la pandemia podría haber afectado también la vida sexual, intenté por estos días dar con algún sexólogo en la ciudad, pero parece que no existen, que no hay. Se podría pensar que por estos pagos nadie lo necesita. Intenté, sin suerte, consultando algunos profesionales de la Salud, pero no me supieron decir; y cuando uno googlea aparecen psicólogos, urólogos, cardiólogos, ginecólogos, masajistas tántricos y relajantes, incluso veterinarios de Concordia, pero nadie dedicado a la especialidad.
Así que sobre “poner la chaucha en remojo” o “verle la cara a Dios” como decían los más viejos, nada.
(Tampoco es que uno ande necesitado, che… Se trata de una curiosidad periodística producto de charlas con un amigo que tengo, ja… Ya puedo intuir los comentarios obtusos de mentes lineales)
Al principio, se podía pensar que el encierro iba a generar que muchas casas se convirtieran en conejeras. Que se iba a desatar una pandemia de preñez y la llegada de niños al mundo iba a superar con amplitud a todos los muertos que la peste se pudiera llevar. Que usaríamos el sexo como la mejor arma para no extinguirnos. Que íbamos a poner freno a la calesita de la seducción interminable, a ese embole de carnes sin causa que se exhiben a destajo, a tanta paquetería ceremonial, a tantas coqueterías e histerias virtuales -y reales- para vivir las 50 sombras de cada uno.
Había escuchado a gente muy entusiasmada comentando que no habría entonces otra cosa mejor para pasar el confinamiento que hacer el amor.
Al tiempo nomás, esos mismos ya andaban anémicos, apáticos, perezosos, como si hubieran sido atacados por sorpresa y poseídos por especies de andropausias y menopausias prematuras.
-¿Qué le anda pasando, estimado?
-No sé, Fosforito, como que siento que me ganó el desgano. Me da paja, vio.
La Organización Mundial de la Salud proyecta un alza de las patologías de salud mental en torno a un 30% por sobre lo que los países tenían. Entre los síntomas están la depresión y la ansiedad. Patologías que muchas veces hacen que las personas no tengan deseo sexual e incluso lo rechacen, explican.
También habría investigaciones en distintos países durante 2020 que apuntan a un descenso de las prácticas sexuales, tanto en pareja como en solitario, lo que se le atribuye al aburrimiento, los temores, la incertidumbre, la asfixia, el choque y el desencuentro… y todo aquello que entra en el diagnóstico estrés y que puede ser casi cualquier cosa.
En el marco de la pandemia, los idóneos recomiendan masturbación y sexo virtual (en el caso de no convivientes) o hacer burbujas entre “permitidos” e hisoparse antes de los encuentros. Otra de las posibilidades para minimizar el riesgo de contagio entre no convivientes sería aislarse 15 días después del encuentro sexual como medida de cuidado personal, pero también para controlar la cadena de contagios y así saber a quiénes se tiene que avisar si uno se agarró el bichito…
Bue… demasiado rodeo si en verdad se quieren hacer las cosas bien.
Así que imagino que muchos de ustedes ya no saben qué serie nueva mirar, si probar masturbarse o retomar el libro en la hoja que lo dejaron hace una semana.
A veces, lo que no nos mata, con suerte, nos fortalece, pero en otras se nos hace costumbre. Y la costumbre es una costumbre horrible.
También en este asunto, la vacuna es esperanza.
Háganse vacunar.