El 10 de noviembre del año 2000 tendría lugar el primer programa de “Que sea lo que vos quieras…”, una emisión de música rock que se transformó en la más añosa de la radiofonía local.
Su primera transmisión fue en FM Lourdes. Al principio, sólo iba a ser un programa que iba a durar dos emisiones, sábado y domingo, con el antojadizo y descabellado plan de festejar el cumpleaños de uno de los miembros de la familia propietaria de esa emisora, escuchando música que pasaban por radio y brindando.
“Yo estaba durmiendo la siesta en casa (aunque vos no lo creas, jaja) y llega mi amigo Horacio y me dice para ir a festejar su cumpleaños a la radio: ‘Vamos a escuchar y pasar música, mientras tomamos unas cervezas.’ No me olvido más: El primer tema fue uno de Thalia, A quién le importa. Lo miro al operador y le digo: ‘Naaaaa, poné algo más lindo.’ El segundo tema que me tira, Bulería, de David Bisbal… Me quería matar. Al otro día, para el segundo programa, me llevé unos CDs de La Renga que tenía en casa. Se estaba empezando a escuchar a full en esa época. Después mi amigo me dice: ‘Si querés seguir haciendo el programa, seguí’. Yo le pregunté ‘¿Y qué hago?’… ‘No sé, que sea lo que vos quieras’, me respondió. Y bueno, de ahí le quedó el nombre al programa.”
La zona Sur de Concordia es rica en historias, en anécdotas y personajes. Fue la Concordia pujante y trabajadora, también la desocupada y envilecida. Gloriosa y nostálgica. Orgullosa y castigada. Imponente y derruida.
El paso de la historia se ve en los rostros y los recuerdos de sus vecinos. En su brisa sopla el Puerto, el desaparecido molino y silban los Ferrocarriles.
Siempre se escucha algún tiro en la zona sur, de los legales o ilegales…
La carretera hacia el fin de la ciudad, el ex Aeroclub, la Gruta, la escuela, el susurro de Servín, la pesadilla del río que sale de su cauce y se mete en los hogares, el hospital, la radio, el Tiro Federal, Victoria vs. Sarmiento, el Quito, el Jorge, la Chela, el Miguelito y tantos más…
La zona sur parece la síntesis perfecta de la historia de la clase trabajadora de la ciudad, del cenit al ocaso, del optimismo y la supervivencia.
Ale Valín no podría haber salido de otro lugar que no sea de la Zona Sur y es parte también de su paisaje pintoresco y variopinto. Es la posmodernidad del barrio en pinta y su programa, “Qué sea lo que vos quieras”, es él y sus ganas de compartir la música que le gusta con “los del palo”, con los pibes del barrio y del más allá también, difundir la música de las bandas locales, organizar festivales para que toquen los pibes que se mueren por tocar. Organizar eventos al aire libre para juntar juguetes para el “Día de la Niñez”. Dar una mano a quien lo necesite. Siempre de Onda, y con buena onda.
Hace 20 años que lo hace.
Tuvo sus años de pelo largo -y también de “rastas”- como muchos que pasaron su adolescencia en los noventas. Ahora pisa los cuarenta y tantos, y anda con los pelos más cortos, revueltos, encanados y despeinados. Una decena de tatuajes que pintan su piel, que hablan de él: Informal hasta la tumba. Un locutor de rock con la impronta de los autodidactas. La voz un poco aporteñada y latosa. Desvergonzado y lenguaraz. De tono canchero y amigable. De lenguaje llano y barrial. El chabón de buen corazón, con el que está todo bien.
Con sus mambos -como todos-, una consola y un micrófono.
“Vamos a hacerla corta”, nos dijimos al empezar la nota: 20 años de un programa de rock y empezamos diciendo “vamos a hacerla corta.”
Ale cuenta que, desde un principio, pasaba la música de bandas locales, también de otros lados de la provincia y nacionales entre las que se contaban muchas bandas de rock hasta ayer desconocidas, que estaban recién saliendo al ruedo y hoy tienen notoriedad.
Tenía amigos en la ciudad de La Plata, una de las cunas del rock under por excelencia, que le enviaban material o se lo traían durante sus visitas a la ciudad (en aquellos tiempos la internet era todavía un galaxia sin explorar)
De 2000 al 2013 estuvo en la FM Lourdes. Después pasó dos años haciendo el programa “on line” por radio Mantra, hasta el 2015 en que bajó del ciberespacio y volvió al éter. Ahora sale por el 107.7 del dial, de lunes a viernes, de 18hs a 20hs.
Me dijo que siempre intentó abrirle la cabeza a los pibes, hacerlos escuchar otras bandas: “El tema es que acá se ponen muy cerrados, les cuesta a veces los pibes. Es como que escuchan lo que ya está instalado. Les cuesta abrirse a nuevas bandas… Pero pasa que siempre hay resistencia a lo nuevo, a escuchar otra cosa, a darle oportunidad a lo desconocido, sobre todo cuando viene del under. Pero en 20 años he visto cómo de a poco se animan. Hay bandas que antes, cuando las pasabas, capaz te puteaban, y ahora te llaman para pedirte que pases los temas. Las generaciones van variando. Con el programa vamos pasando por dos generaciones ya, y cada una tiene su banda de sonido. Lo que está de moda ahora, aunque te parezca raro, lo que está volviendo es lo ochentoso. También las bandas que yo les llamo “las bandas Lollapalooza”, como Greta Van Fleet o Artic Monkeys.»
La movida de Ale no termina detrás de un micrófono y una consola: “En un primer tiempo, del 2004 al 2008, cuando no había muchos lugares para tocar en la ciudad, organizábamos recitales en el teatro Auditorium. Metíamos siete bandas cada tres meses: cuatro de Concordia y tres de otras ciudades. Todas bandas hiper mega fuckin under. Para muchos de esos pibes era capaz la única vez que iban a tocar en el año y la única vez, quizás en la vida, que iban a tocar en el teatro Auditorium.”
“Trajimos bandas rollingas que ahora se escuchan en Buenos Aires y, por entonces, no las conocía nadie como “Aires Bajos”, “Oveja Reina” o “La Boulevard”, recuerda Alejandro.
“A partir del 2008 la movida se hizo más grande, abrieron nuevos lugares para tocar y empezamos a meter recitales más seguidos con menos bandas. Organizamos en Bohemia, en Velvet. Ahora estoy organizando en Pueblo Viejo, aunque la pandemia ha limitado eso de meter tantas bandas en una noche”, explica.
Ale también tiene el sí fácil para encarar o participar de eventos solidarios. En más de una vez ha convocado a bandas y organizado la movida para ayudar a juntar fondos o elementos para alguien que los necesite, ya sea por tratarse de alguna dolencia o enfermedad, o para quienes hayan perdido sus cosas por la inundación o en un incendio. El flaco suele estar siempre dispuesto cuando se lo requiere.
“Hace tres años que organizamos recitales para juntar juguetes para el Día del Niño… ¿Qué dónde lo hacemos? En la esquina de mi casa, en calle Sarmiento, entre Falucho y Chacabuco. Cortamos la calle. Armamos bolsas con juguetitos y golosinas que nos donan. Ponemos la olla y repartimos chocolate caliente, nos prestan dos peloteros grandes. Armamos el escenario y los pibes tocan rock. Pasamos de la una de la tarde hasta las ocho de la noche. Los pendejos son felices. Esta última vez, por la pandemia, lo tuvimos que hacer virtual, vía Streaming, pero, así y todo, juntamos un montón de regalos para los pibes. Todo siempre impulsado desde el programa de radio. Siempre”.
“Si tengo que pensar que me dio el programa en todos estos años… Me dio muchos amigos. Conocí mucha gente del ambiente del rock, tanto local como nacional. Supe lo que es lograr hacer un recital exitoso, poder dar una mano haciendo lo que te gusta y también supe morder el polvo y terminar poniendo plata para pagar los gastos y terminar tirado. Conocí gente muy copada, llenas de ideas locas, con buena vibra.”
«Vamos a hacerla corta», nos dijimos al comienzo…
-¿Cómo bancaste un programa de rock durante 20 años?
-Siempre digo que no es un programa de radio, sino que son dos horas que tengo yo para ir a escuchar música. Es mi terapia. A la mañana trabajo en el hospital, y durante mucho tiempo también de tarde trabajaba en una casa de tatuajes. Estas dos horas son para mí, y para los que me quieran acompañar en el viaje.