Una relación para (no) olvidar

El organismo internacional creado en 1944 junto con el Banco Mundial se constituyó con la participación de delegados de los que se ungieron como “países vencedores” al término de la Segunda Guerra Mundial, y con exclusión expresa de Argentina. Se especializó en temas de corto plazo que incluyen la asistencia técnica correlativa que, en los hechos, suele imponer sus puntos de vista.

Por el decreto–ley Nº 7103, de fecha 19 de abril de 1956, se dispuso que se inicien los trámites necesarios para obtener el ingreso de la República Argentina al Fondo Monetario Internacional y al Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento. En años anteriores, el ex presidente Juan Domingo Perón se negó terminantemente a ingresar a ellos, asegurando que dichas instituciones eran un instrumento de sometimiento de los países centrales para imponer políticas a los países periféricos. Diez años después de la decisión de Aramburu, Perón reafirmó su postura desde el exilio en los siguientes términos:“Advertí que en él –el FMI- participarían la mayoría de los países occidentales, comprometidos mediante una larga contribución al Fondo, desde donde se manejarían todas sus monedas, se fijaría no sólo la política monetaria, sino también los factores que directa o indirectamente estuvieran ligados a la economía de los asociados (…) He aquí alguna de las razones, aparte de muchas otras, por las cuales el gobierno justicialista de la República Argentina no se adhirió al Fondo Monetario Internacional. Para nosotros, el valor de nuestra moneda lo fijábamos en el país, como también, nosotros establecíamos los cambios de acuerdo con nuestras necesidades y conveniencias (…) Ha pasado el tiempo, y en casi todos los países adheridos al famoso Fondo Monetario Internacional se sufren las consecuencias y se comienzan a escuchar las lamentaciones. Este fondo, creado según decían para estabilizar y consolidar las monedas del “mundo libre”, no ha hecho sino envilecerlas en la mayor medida.”

Si bien el gobierno de Juan Domingo Perón se rehusó a formar parte de los flamantes FMI y Banco Mundial en los años de posguerra, los militares que lo sacaron del poder a mediados de la década de 1950 firmaron el ingreso argentino a ambos organismos. Durante los tres años que gobernaron, la deuda creció de US millones a más de US.051 millones (es decir, se multiplicó por 18).

Luego de la denominada Revolución Libertadora y tras el paso de Arturo Frondizi se convirtieron en u$s 1.800 millones en 1962 y luego en u$s 2.100 millones al finalizar el Gobierno de facto de José María Guido.

Pero las cosas empeoraron aún más con el regreso de los militares en los años ’70. Al momento de ser derrocada, María Estela Martínez de Perón había dejado unos u$s7.200 millones de dólares de deuda .

El FMI no solo le prestó dinero a estos gobiernos de facto, también empezó a tener injerencia en las decisiones económicas argentinas.

Durante la última dictadura cívico militar el FMI aportó varios desembolsos. Bajó esa gestión económica, la deuda se multiplicó por seis en seis años, al pasar de u$s 7.200 millones en 1976 a u$s 43.000 millones en 1982.

En el último año de gestión de Raúl Alfonsín, el 26 de febrero de 1988, el ministro Juan Vital Sourrouille y José Luis Machinea, como titular del BCRA, también accedieron a nuevos financiamientos.

Con el Plan Brady de 1989 y la convertibilidad de los noventa, el FMI estrechó los vínculos con los gobiernos locales, que durante algunos períodos cortos habían discontinuado pagos de intereses.

A fines de 1995 se estima que la deuda del Estado ascendía a u$s 87.091 millones y para cuando Cavallo fue reemplazado por Roque Fernández, en julio de 1996, ya era de u$s 90.472 millones.

Bajo el gobierno de Menem y hasta el final la Convertibilidad es el momento de la historia en el que Argentina estuvo más años bajo la órbita del FMI. 

La crisis en el sudeste asiático, el colapso de la deuda rusa y la extensión de la crisis a Brasil, llevan al recambio de Gobierno, la llegada de Fernando De la Rúa al poder a fines de 1999, en un marco de gran deuda pública y elevado déficit. 

Durante la Alianza prácticamente todas las decisiones económicas eran consultadas al Fondo, que nuevamente habilitó millonarios créditos para paliar el desajuste: el blindaje y el megacanje.

El blindaje implicó desembolsos por u$s 40.000 millones, mientras que el megacanje fueron de hasta u$s 8.000 millones, a cambio de la Ley de Déficit Cero y otros condicionamientos domésticos. 

Ante el incumplimiento de las metas prometidas por el gobierno de la ALIANZA, el FMI suspendió la asistencia financiera. A la falta de crédito se sumó el corralito creado para detener la corrida bancaria, lo que derivó en la revuelta popular, la sangrienta represión y la caída de De la Rúa.

A lo que se sumó el declarado default de u$s 144.000 y la peor crisis institucional de la Argentina.

Después del default de 2001, el último entendimiento con el FMI se registró el 17 de enero de 2003, reflejado en un acuerdo financiero durante la presidencia de Eduardo Duhalde.

En diciembre de 2003 Néstor Kirchner llega a la presidencia, reestructura la deuda pública en 2005, y en 2006 cancela con el FMI con un pago de USD 9.800 millones

Antes de la llegada de la ex jefa del FMI, Christine Lagarde, la última vez que un titular del Fondo había llegado al país fue el 31 de agosto de 2004 y lo tuvo que hacerlo de mañana, custodiado por policías, debido al clima político y social efervescente. Se trató del español Rodrigo Rato, quien por apenas 10 horas, trató de negociar un acuerdo con el Gobierno de Néstor Kirchner en medio de las tratativas para la salida del default del 2001. El director del Fondo trató infructuosamente de que Kirchner y su ministro Lavagna, hicieran un ajuste fiscal importante, a cambio del apoyo para el proceso de negociación con los bonistas.

Las negociaciones fracasaron, y el organismo levantó su oficina permanente en Argentina. Luego Kirchner le pagó u$s 9.800 millones al contado y desde ese momento el país no tuvo más ningún préstamo, aparte de que tampoco le permitieron a los técnicos revisar las cuentas del país. 

Las «relaciones carnales» habían llegado a su fin.

Durante 14 años, el país no tuvo ningún préstamo más ni relación con el organismo hasta la llegada del gobierno de Cambiemos. En 2018 el FMI le otorgó al ex presidente Mauricio Macri el mayor préstamo de su historia: US$ 57.000 millones, de los cuales desembolsó US$ 44.000 millones, debido a que el actual presidente Alberto Fernández, una vez electo y antes de asumir, rechazó a fines del año pasado los tramos que restaban otorgarse.

El expresidente Macri fue el presidente que más se endeudó en los últimos 50 años. Al mismo tiempo, durante su gestión, se fugaron más de u$s88.000 millones.

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