No sabés el puterío que me enteré…

Por Fosforito

Mi amigo me hablaba de la información que gusta al público y provoca el consumo del medio: “Vos estás lento para eso. A la gente acá de Concordia le gusta el puterío, el tema de matar negros, matar chorros, matar gente…Si querés ser más leído, digo. Sino así no vas a levantar la audiencia”, sentenció mi interlocutor haciendo un chasquido con la boca cuando sacudía la cabeza hacia un lado, como un tick nervioso, mientras alzaba y bajaba los hombros en un movimiento corto. En definitiva, todo junto era una completa expresión de resignación ante lo que me afirmaba como una verdad evidente.

Decía que las notas y posteos más leídos, lo más comentado, las  informaciones que nunca fallan en la fábrica de la realidad son aquellas que tienen que ver con el morbo, la violencia, la denuncia y el escándalo. Esas publicaciones explotan de visitas y comentarios.

Me hablaba y deslizaba su dedo buscando y abriendo páginas de noticias, y otras publicaciones en redes sociales. Abría los comentarios y los leía en voz alta. “Para que veas”, me decía.

 

-El querer saber, cuando no es por conocimiento, es puterío

– Impresionate,¿es suya esa? Se la robo

– No hace falta que avise. Nos conocemos todos acá.

 

Las publicaciones con más aportes, efectivamente, parecían ser esas en las que podemos descargar la ira y la certeza de lo mal que sentimos que está todo. 

En los comentarios se repetía la idea de que la ciudad es chica y nos conocemos todos -en teoría, claro.

Una visión sobre nosotros que desliza la idea de una sociedad que se percibe así misma con muchos “puntos ciegos”, con recónditos “secretos a voces”, de silencios cómplices y miradas escrutadoras, de suspicacias malintencionadas, de indignación quejosa, apatía y frivolidad.

Las redes sociales revelaron buena parte de ese espíritu de la ciudad.

Antes era más acotada la capacidad de escuchar y observar cómo somos, cómo pensamos, qué nos interesa, qué nos importa. Había que andar, encontrarse con gente, relacionarse, tener oportunidad de escucharla, ver lo que hacía, cómo era…. Hoy casi todos están ahí, por voluntad propia, ricos y pobres, del centro y de los barrios, los que están en la pavada y los que pertenecen a quienes toman las decisiones, que dirigen los rumbos políticos y económicos de la ciudad. Casi todos están ahí, visibles, algunos más expuestos que otros. Pero todos dan una idea de qué piensan, qué hacen, cómo responden ante ciertos eventos.

Dejamos de celebrar en privado la maravilla de nuestro ser y lo compartimos en público, con fotos y videos tomados desde ciertos ángulos y con filtros de luz  que nos favorecen, que nos hacen ver rejuvenecidos, delgados y lindos. Sonrientes, festivos y glotones. Profundos o superficiales. Amados, abandonados, sufridos. Sensuales y sugestivos con una frase de una canción o un pensamiento existencialista, como pie de foto, que nos define o nos identifica.

El olor de nuestra propia inmundicia también puede ser ventilado y compartido.

Personajes y personalidades que se erigen en voceros de “la posta”, en  fiscales, jueces y verdugos. Gente que parece encontrar la satisfacción en el morbo o en la mala de otros. Indolentes que promueven el sarcasmo y la burla para regocijo rápido y barato. Pobres almas en busca de venganza por algo que parece que alguien les hizo, desahogando las frustraciones y el enojo, buscando culpables por no tener plata o no tener amor … 

Las miserias humanas son muchas y están todas ahí, a un click de distancia.

Y, hasta ahora, todo vale y nadie rinde cuentas de nada. 

En estos días, algo importante se está por decir en los tribunales de Concordia. Hay un juicio atípico: Un reconocido periodista vs. un influencer con miles de seguidores en su página de la red social Facebook. 

No entraremos en detalles sobre quién es quién y qué es lo que ha hecho uno y otro… En esta ciudad -como solemos decir- nos conocemos… Pero no todos aceptan que las mentiras y las acusaciones falsas queden impunes.

El asunto en discusión es la responsabilidad por lo que se dice en el ejercicio de la libertad de expresión, sea el medio por el que fuera que se exprese esa libertad.

Un episodio relevante, que excede el conflicto entre dos particulares. Un fallo de trascendencia pública que puede sentar precedente, que puede tener impacto sobre los asuntos de la vida colectiva, provocar una ruptura con lo que se viene dando en las redes sociales.

Se verá si al final todo vale y la caja de pandora de las redes sociales seguirá liberando truenos y demonios incontrolables, irresponsables y dañinos. O, en cambio, si la libertad y la responsabilidad serán un binomio inseparable.

Mientras tanto, distraídos en la pavada, mirando para otro lado.

Entradas relacionadas