Mucho se habla por estos días de niñes y adolescentes encerrados en sus casas, con adultos cada vez más presionados por sus propios vínculos inestables, por sus inseguridades económicas y sus urgencias emocionales que afloran sin poder enmascararse. Asoma en algún que otro lugar la preocupación sobre la violencia familiar, violencias que a veces son de género y otras veces tan solo domésticas, de formas físicas y psicológicas de relacionarse.
¿Pero, qué pasa con el bullying, es que ya no existe más, tan solo porque la escuela cerró sus puertas? ¿la escuela cerró sus puertas?
¿Le hemos preguntado a les estudiantes cómo se sienten aquellos que no son integrados en los grupos de wasap? ¿qué pasa con aquellos que, aun estando en esos grupos, son denigrados, insultados, son (porque ya lo eran) el hazmerreír del grupo?
¿Qué pasa con ese estudiante que ahora está en soledad, la más absoluta soledad? Más expuesto que nunca, porque debe subir sus clases tal vez con errores, tal vez con carencias tecnológicas, culturales o intelectuales, a un aula donde las diferencias se hacen más visibles que antes. Donde ni siquiera queda el resguardo, tal vez poco aconsejable, pero el único que suelen tener a mano estos niñes y adolescentes, que es el silencio. Sabemos que el primer refugio ante la agresión reiterada y sistemática, es hacerse invisible, lo más invisible posible para no ser blanco de nuevas agresiones. ¿Cómo hacerse invisible en este campo descarnado de la virtualidad?
Hace pocos días, se viralizó un video donde una docente, maestra de niños de 1er grado, intentaba enseñar a contar hasta cinco, con una lámina de una mano, dibujada por ella, y esa mano tenía seis dedos. Como su clase era grabada, fácil fue caer con saña feroz sobre un error casi insignificante. ¿Cómo se sentirá esa docente hoy? El video recorrió la argentina, en grupos de docentes, con los comentarios más dañinos e hirientes. Si esto ocurre entre adultos enseñantes, ¿qué pasará entre estudiantes?
Un día volveremos a la escuela, y será pronto, porque así de rápido, de un día para otro, dejamos de ir, un día llegará la orden y todes volveremos. La pregunta es ¿Cómo volveremos? Ya sabemos que después de esta experiencia de confinamiento, no seremos los mismos, ni las mismas. Que mucha agua correrá debajo del puente en estos días de escuela en virtualidad, el peligro del ultraindividualismo exacerbado acecha inexorablemente, y en ese caso ¿volveremos más violentos, más discriminantes, más reacios a quien nos rodea, más ajenos a las necesidades de nuestro par?
La virtualidad escolar, nos expone ante la mirada de la comunidad escolar. Directivos, colegas, padres, estudiantes, unos a otros controlándonos, observando de qué carecemos, señalando diferencias que en la escuela podían tal vez pasar desapercibidas.
De pronto la virtualidad desnuda ese ropaje, andrajoso, con el que ocultábamos nuestras vergüenzas, vergüenzas que muchas veces eran carne de cañon para destrozar la subjetividad de niñes y adolescente, pero que, de alguna manera, intentábamos integrar a la cotidianidad del aula.
¿Cuándo volvamos, seremos mejores, más comprensivos, menos discriminantes, o las diferencias que desenmascaró esta cuarentena nos tirará a todes a la arena del circo romano para ser devorados por las fieras?
El bullying no dejo de existir porque hayamos dejado de hablar de ello, y tal vez deberíamos pensar cómo volveremos al aula, despojados de tantas seguridades y con meses de construcción de subjetividades encerradas y tal vez más cerradas que nunca.
Lic. Verónica López
Tekoá Cooperativa de Trabajo para la Educación