Digamos que el meme no es 100 por ciento acertado en generalizar a funcionarios y empleados públicos de los que seguramente muchos deben estar en estos momentos aciagos cumpliendo tareas casi heroicas en lo que respecta a la prevención y atención a pacientes con posibilidades de riesgo, en el planeamiento y la organización para el control de la pandemia. Tampoco es 100 por ciento acertado cuando deja afuera de la comparación de esta desigualdad a empleados dependientes que corresponden al ámbito formal del trabajo y, sobre todo, a aquellos que tienen buenos trabajos con buenos salarios y fuertes sindicatos que defienden con éxito las condiciones laborales de sus afiliados.
Sin embargo el meme es absolutamente atinado al poner de manifiesto la situación de cientos de miles de argentinos que pertenecen al grupo de autónomos, cuentapropistas, monotributistas (de los grandes y de los pequeños), trabajadores independientes en general que, por una diversidad de causas, pueden o no estar comprendidos en el sistema del trabajo formal. Trabajadores que no tienen ingresos fijos ni regulares, ni francos, ni vacaciones pagas, que cuando les va bien pagan la obra social y hacen sus aportes al sistema jubilatorio. Trabajadores que no les queda otra que ser incansables porque hacen su moneda día a día, poniendo el lomo e incluso buena parte de su patrimonio, que pueden tener empleados en relación de dependencia o lo que suelen llamar “ayudantes” a los que deben garantizarles, como mínimo, el plato en la mesa.
El universo del trabajo es mucho más complicado, extenso y profundo que una sección de noticias gremiales en un diario.
Hay un sector ninguneado. Que no tienen derecho al paro, que no saben de licencias, que no pueden darse el lujo de enfermar y que- me consta- salen igual a la calle a trabajar engripados, resfriados, con principios de bronquitis, dolores corporales. Que salen a trabajar de todas maneras incluso después de ir al cementerio a enterrar a un familiar, o con los hijos enfermos en casa, o –como ahora- con una pandemia en plena expansión.
Ellos no pueden darse esos “lujos”. Para ellos no hay clemencia porque día que no se trabaja es día perdido. Las cuentas que igual se acumulan y los medidores que siguen corriendo. Los impuestos, los servicios y alquileres no dan tregua ni entran en cuarentena. Atrasarse en los pagos significa acumular intereses, cortes de servicios, intimaciones, multas, clausuras y, lo peor, la falta de recursos para sobrellevar las necesidades del grupo familiar.
Cuando todos piden distanciamiento social y cuarentena ellos tienen que decidir entre priorizar la salud o seguir en la lucha de la supervivencia diaria: “Elegir entre caca y mierda” como escuché.
Los gobiernos que parecen estar haciendo un gran esfuerzo para controlar la propagación del virus en el territorio nacional, suspendiendo las clases, mandando a sus casas a empleados públicos y gente mayor de 60, Etc. No ha ofrecido todavía ninguna solución o paliativo económico a ese enorme sector de la población formado por gente que el día que no sale a la calle a hacerse el mango no come. Esos todavía están quedando afuera del paquete de medidas para paliar la situación actual
De ellos todavía nunca nadie se acuerda. Ni en las crisis ni en las pandemias. Ellos son la mitad invisible. Los parias del sistema laboral.