“El principal mensaje de esperanza que quiero compartir con Ustedes es precisamente éste: se trata de problemas solucionables y no de ausencia de recursos. No existe un determinismo que nos condene a la inequidad universal. Permítanme repetirlo: no estamos condenados a la inequidad universal” manifestó.
Francisco apeló a la responsabilidad colectiva para que cada uno haga su parte y puso el dedo en la llaga con una afirmación muy concreta.
“Si existe la pobreza extrema en medio de la riqueza, también riqueza extrema, es porque hemos permitido que la brecha se amplíe hasta convertirse en la mayor de la Historia” dijo el pontífice.
El Papa criticó que el bienestar se haya convertido en algo para unos pocos elegidos. Pidió a organismos financieros y gobiernos que trabajen por el bien común, la justicia social y el desarrollo integral para no convertirse en estructuras de pecado.
“Las estructuras de pecado hoy incluyen repetidos recortes de impuestos para las personas más ricas, justificados muchas veces en nombre de la inversión y desarrollo; paraísos fiscales para las ganancias privadas y corporativas, y la posibilidad de corrupción por parte de algunas de las empresas más grandes del mundo, no pocas veces en sintonía con algún sector político dominante” indicó.
Por último, invitó a una renovación de la economía y las finanzas para que colaboren en la búsqueda de soluciones humanizantes a los problemas de la humanidad.