Esta medida fue consecuencia de la divergencia entre el índice UVA y el índice de salarios (CVS) con la finalidad de proteger a los deudores en los casos que la inflación acumulada supere en 10 (diez) puntos porcentuales a la evolución del CVS (coeficiente de variación salarial).
En este sentido, es necesario destacar que las distorsiones y perjuicios provocados por los elevados niveles de inflación, no deben eclipsar la iniciativa de contar con una herramienta financiera creada por el Banco Central que en el momento de su lanzamiento estaba relacionada con el costo del metro cuadrado de una vivienda. Así, 1.000 UVAs equivalían a 1 metro cuadrado. La clave de estos créditos hipotecarios es que se ajustan a la inflación (o sea, se indexan) de manera dinámica a lo largo del tiempo. Debido a ello, la proporción de la cuota respecto del nivel ingreso debería mantenerse relativamente estable a lo largo del tiempo.
A partir de entonces, el valor de la UVA se fue actualizando periódicamente de acuerdo con el índice de inflación oficial (IPC) que mide el INDEC. Al momento de tomar un préstamo se recibió una suma en pesos para adquirir la vivienda, pero la deuda contraída quedó asentada en UVAs. De la misma manera, las cuotas se estipularon en UVA más una tasa de interés aplicada por el banco. De esta forma, la cuota siempre constará de una predeterminada cantidad de UVA, y lo que irá variando con el tiempo es el valor en pesos que tendrá esa UVA.
Si bien es entendible la dificultad de tomadores de crédito en afrontar las cuotas a causa de los niveles de inflación imperantes, esta herramienta debería preservarse a futuro, habida cuenta de que a medida que la inflación se controle y converja a valores sensiblemente inferiores a los actuales, todos lo actores involucrados en el mercado inmobiliario adoptarán decisiones en un marco de mayor certidumbre.
Por lo tanto, la previsibilidad y certidumbre en el mercado inmobiliario constituirán los pilares de desarrollo económico y reducción del déficit habitacional argentino.