Los partidos políticos, aun siendo consagrados en nuestra reformada Constitución Nacional, han arribado a un punto en el que su existencia se ha ido desdibujando. Lamentablemente muchos ya no son las escuelas de civismo que supieron ser para sus afiliados y tampoco aquellos que supieron escoger a sus mejores cuadros políticos para la consecución de los diferentes cargos públicos.
Como hermana mayor de la política según Perón, desde la filosofía, dos siglos separan la conceptualización que hicieron de tolerancia John Stuart Mills y Victoria Camps entre el liberalismo de época y la teoría de los derechos humanos. Para Mills el único límite a la libertad de un individuo es la prevención del daño a otros, siendo la tolerancia componente fundamental de la teoría liberal. Para Camps la tolerancia es la virtud indiscutible de la democracia, valor fundamental de la democracia.
Asistimos en los tiempos que corren al embate propio de una sociedad en plena dinámica política desde el retorno de la democracia en donde existe un quiebre de valores altamente perceptible, con más demandas y mucha menos tolerancia.
Se hace necesario que el Estado y las organizaciones libres del pueblo fortalezcan los lazos de pertenencia solidaria a la comunidad, donde la primacía de lo económico sin un marco de referencia a lo social y al bien común se termine.
Necesitamos a la Comunidad Organizada dijo el Padre “Pepe” Di Paola en su homilía cuando visitó nuestra ciudad. Esto representa un desafío y una nueva oportunidad para sembrar esperanza de la mano de acciones concretas que traigan como natural consecuencia la cosecha de un cambio real, es decir: el advenimiento de un nuevo comienzo. Una tarea que necesita de todos.