¿A qué tipo de turismo apunta Gualeguaychú? La respuesta políticamente correcta, sobre todo después de la experiencia “turismo reviente” y sus consecuencias, es al turismo familiar. El que pasea por los espacios públicos, hace uso de alternativas como las playas o las termas, va al Carnaval del País y disfruta de las distintas opciones gastronómicas de la ciudad. Más o menos, ese es el perfil que buscó incentivar, con medidas como la prohibición del consumo de alcohol en la Playa del Puente, la Municipalidad desde el comienzo de la actual gestión.
Pero de las buenas intenciones a la realidad tangible siempre hay una distancia. Por eso, antes de este fin de semana los responsables de los locales gastronómicos de la costanera se reunieron con funcionarios municipales para acordar ciertas medidas en forma conjunta. Tras los encuentros, y luego de escuchar el reclamo de los prestadores de la península, entre otros, desde el Municipio se informó que no se acarrearía al llamado “turismo joven” –eufemismo parar referirse a miles de personas consumiendo alcohol en la vía pública– hacia el boulevar De León.
Cantinas. Los precarios puestos de venta al público fueron, otra vez, el blanco de críticas de los gastronómicos de costanera
Pero, la prohibición de circular con alcohol en la costanera, entre los obeliscos y el puente Méndez Casariego, no hizo más que condicionar a este turismo joven a volcarse hacia esa zona. “La imagen es la misma que el año pasado, habíamos planteado la necesidad de que el boulevar De León sea transitable, para entrar y salir de los complejos que hay en la península, pero es igual de imposible”, se quejó uno de los prestadores turísticos de la zona este.
El descontento también se volvió a hacer sentir del otro lado de la costanera. Fueron varios los gastronómicos ubicados entre Bolívar y Del Valle los que pusieron el grito en el cielo por la cantidad de puestos en la vía pública, parrillas y cantinas que, entre el viernes y el sábado, proliferaron sobre el boulevard Del León.
“Es lógica nuestra calentura, está lleno de cantinas informales sobre la vereda. El Municipio se justifica diciendo que tienen permisos, y supongamos que es así. ¿Tienen los controles de salubridad que nos exigen a nosotros? No, no hay controles. Nosotros pagamos impuestos, tributamos, pagamos las mesas y las sillas en el espacio público, y de la misma manera que la temporada pasada, vemos cómo se lleva a la gente para esa zona”, se quejó uno de los gastronómicos. Y aclaró que “si bien el número de potenciales clientes que nos sacan puede ser menor, nos vuelve a plantear la necesidad de preguntarnos para dónde vamos”, agregó.
Otro, apuntó a la disposición de los baños químicos en la zona, “bien en frente a donde come la gente”, y se preguntó: “¿no los podrían haber puesto abajo, en el balneario?”.
“Es lamentable ver como después de las 19, en el horario que la gente se empieza a sentar para comer o tomar algo, llega el camión que vacía esos baños, una imagen desagradable”, se quejó el mismo empresario, notablemente enojado.
El reclamo es casi calcado al de la temporada pasada, y vuelve a actualizar la pregunta que, a pesar de algunas dispersas buenas voluntades, Gualeguaychú no ha sabido responder: ¿A qué tipo de turismo apunta la ciudad? A todas las partes no se puede dejar conforme. Eso está claro.
La temporada fue mala. Y los dos primeros días del fin de semana al que (por necesidad) se le pusieron todas las fichas adelantan balances insatisfactorios. La intención es el turismo familiar, pero ¿Las decisiones acompañan este deseo? Las quejas de los gastronómicos son el primer disparador para volver a discutir el tema.