Las crónicas de Oximoronia : Los principios de Goebbels

“El odio es un sentimiento muy subestimado”. Jim Morrison, cantante de The Doors. 

Los 11 Principios de Goebbels para la propaganda nazi son como Los Diez Mandamientos o las 20 Verdades Peronistas en el sentido de postulados indiscutibles, verdades verídicas.

Tan fascinantes como espeluznantes los principios de Goebbels para la Propaganda Nazi es el ABC que cualquier apasionado por la comunicación de masas no puede ignorar. Escalofriante saber que esas cosas se pueden llevar a la práctica pero más inquietante todavía es que se apliquen… ¡y funcionan con eficacia!

Cambian los medios, los métodos, las herramientas, pero la esencia, la idea, la semilla del comunicador nazi se conserva.

– ¡Hipócritas, a nadie le importa que haya sido un nazi a la hora de hacer uso de esa magia!… Al igual que las salchichas se comen y ya.

Los 11 principios de Goebbels no los voy a enumerar a todos -es más fácil si lo googlean- pero de todos hay uno que es el que intentaré les incumba. El quinto en el orden que suelen encontrarse los principios de Goebbels. El principio de “Vulgarización” que dice que “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar.

En el mismo sentido, el hombre detrás de las bambalinas en la comunicación Pro, Jaime Duran Barba –sin dudas otro gran talentoso en su profesión-, un confeso admirador de Goebbels afirma en su libro “El Arte de Ganar” que “el electorado está compuesto por simios con sueños racionales que se movilizan emocionalmente. Las elecciones se ganan polarizando al electorado, sembrando el odio hacia el candidato ajeno… Es clave estudiar al votante común, poco informado, ese que dice no me interesa la política… El papel de los medios es fundamental, no hay que educar a la gente. El reality show venció a la realidad…”

En la vereda de enfrente el sociólogo y  politólogo, Artemio López, ha dicho en varias oportunidades  que el espectador televisivo promedio tiene mentalmente 9 años de edad.  

“No hay que educar a la gente”… y menos aún para el deber ciudadano, para la conciencia colectiva, para discutir el poder y lo establecido. Por eso la educación de los pueblos es ninguneada por el poder. El poder tiene para los de su clase colegios exclusivos, universidades extranjeras, profesores particulares y personalizados… para los demás, para la mayoría, hay escuelas de la ignorancia, hospitales de la muerte y trabajos de hambre.

Para los maderos de San Juan no hay pan ni quesos sino huesos y cortes de pescuezos.

El poder también tiene sus ONGs y fundaciones, la concentración y disposición a nivel global de los medios de comunicación que cuando es necesario trabajan como cadenas de “desinformación”  a escala planetaria con sus periodistas e intelectuales que transmiten el sentido común y la información que el poder quiere que llegue a las capas de abajo… y el vulgo no tiene demasiado para defenderse de ello: Una educación pública en constante estado de supervivencia, todavía luchando contra ideologías decimonónicas, contra la mediocridad y el “achanchamiento” que se impone, con millones de personas subalimentadas y sobre expuestos a una artillería de información imposible de masticar antes de tragar. Y tenemos tan poco tiempo para pensar, leer y analizar mientras giramos como trompos enloquecidos, agobiados, aturdidos y esperando que el día termine para “desenchufar” en la tele, en la Tablet o el teléfono.

El amo no puede permitir que el siervo conozca los detalles y la intimidad de los asuntos. La plebe debe permanecer ajena y, sobre todo, enajenada.

Mientras tanto en las sombras del poder se tejen nuestros sueños de revanchas. En las sombras se cocinan candidatos y salvadores. En las sombras se proyectan nuestros próximos enemigos. En las sombras ya se trazaron los caminos que luego nos mostraran para escapar de la misma mierda que ellos inventan a diario.

Pero la semilla de Goebbels solo da sus frutos en un campo previamente abonado con odios, miedos y resentimientos. Porque el pensamiento de Goebbels es hijo de esos sentimientos.

Sólo el amor y el odio nos pueden cegar de tal manera como para que ciertas falacias e hijaputeces puedan tener asidero.

 Pero el amor, el verdadero amor, quiere el bien para el otro. El odio en cambio…

-¡Yo prefiero morirme de hambre antes de que vuelva la yegua!

Quienes afirman estas cosas no son justamente los que pasan hambre. El odio no tiene nada de heroico. El odio no quiere el bien para el otro.

Debemos dejar de subestimar al odio.

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