“Debemos pedir perdón por nuestros pecados”, dijo, y fue la única referencia a modo de mea culpa por los estragos que han sacudido a los católicos desde que, en 2012, se presentó la primera denuncia contra un hombre de la Iglesia, el cura Justo José Ilarraz, hoy a punto de ir a juicio oral por los abusos en el Seminario de Paraná. A mediados de 2015, se conoció otra denuncia por abusos: esta vez contra el cura Marcelino Ricardo Moya, investigación que se tramita en Villaguay.
Y el 25 de agosto último, el escándalo estalló en Nogoyá, en el convento de las carmelitas descalzas, donde la Justicia realizó un allanamiento luego de que se conocieran las duras denuncias de dos exreligiosas que denunciaron la aplicación de tormentos y de privación de la libertad dentro del claustro. La causa quedó en manos del juez de Garantías Gustavo Acosta, que ya dispuso la separación de la priora, Luisa Toledo, quien se ubicó en una casa religiosa de Lucas González.
Puiggari fue el segundo obispo, después de Abel Bazán y Bustos, en convocar a un sínodo. Fue durante la Semana Santa de 2014 cuando hizo el anuncio de someter a la Iglesia a un proceso de análisis y replanteo de su misión frente al “desafío de una anhelada conversión pastoral de nuestras comunidades, para pasar de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera”.
Puiggari presidió ayer la celebración central del día de la Virgen del Rosario, patrona de Paraná, en una misa que ofició en las escalinatas de la Iglesia Catedral, a la que asistieron, entre otras autoridades, el intendente Sergio Varisco, y la viceintendenta Josefina Etienot.
El hecho de que la ciudad haya crecido al amparo del primer templo llevó a Puiggari a decir en su homilía que Paraná nació junto a la Virgen “por eso nació cristiana, hija de Dios. Reconocer nuestro origen es asegurar nuestro futuro, profundizar sus raíces es garantizar el crecimiento de nuestro pueblo que ponga al hombre en el centro porque reconoce a Dios como a su Señor.”
Dirigiéndose a los fieles que se hicieron presentes en la celebración, Puiggari pidió “perdón a Dios y a nuestros hermanos, por nuestros pecados que oscurecen el misterio de la santidad de la Iglesia”.
No dijo cuáles eran esos pecados ni por qué oscurecen “el misterio de la santidad” de la Iglesia.
En su peticiones a la Virgen, Puiggari dijo: “Hoy queremos pedirle que nos haga ser una Iglesia más contemplativa y orante para poder ser más profética, misionera, misericordiosa, samaritana que sea un verdadero `oasis de la Misericordia de Dios´”.