Chávez pidió declarar en soledad por lo que el resto de los imputados debió salir de la sala. Recordó que el domingo 8 de diciembre estaba de franco por lo que optó por concurrir a la protesta policial. Le pidió a su esposa que lo acompañe pero la mujer no accedió. Llegó a la plaza vestido de civil y sin armas, cerca de las 20 horas. Se encontró con medio centenar de manifestantes pero a medida que pasaban los minutos la cantidad fue en aumento.
Cuando superaban el centenar comenzaron a marchar, dieron la vuelta a la Jefatura y llegaron a la puerta del Comando Radioeléctrico por calle Hipólito Irigoyen. Allí se encuentran en la caja de una camioneta a José María Biderbost con un megáfono quien aseguró Chavez, pidió a todos que actúen con “tranquilidad”. En ese punto del relato, dijo que podrían haber ingresado a la Jefatura por allí dado la facilidad para entrar que ofrecía una puerta de aluminio con vidrios pero no estaba en la intención de nadie hacerlo.
Volvieron a dar la vuelta y llegaron hasta la puerta de Jefatura. En ese momento, dijo que dudaba de ir a comprar un vino al supermercado o quedarse porque preveía que todo iba a terminar cuando se entregase un petitorio. Por su altura, a pesar de estar enfrente, dice que alcanzó a ver a Villalba en la puerta de la Jefatura y al comisario Ocampo con una cadena, presumiblemente para cerrar el portón. De repente, no sabe por qué, la gente comienza a ingresar al edificio policial. El hace lo mismo y se encuentra con una nube de gas lacrimógeno flotando en el aire. En el interior se encuentran a Villalba siendo increpado por las mujeres y decide formar un cordón con otros efectivos para protegerlo. No vio la agresión al jefe de Logística, Ariel Silva.
Luego de explicarles a los jueces la diferencia entre gas pimienta y el lacrimógeno, prosigue con el relato. Se lava la cara en el patio norte de la Jefatura, donde no había nadie, y luego se dirige al patio sur donde estaban todos. Luego recordó que había una especie de tarima donde todos subían y hablaban. De repente, el relato llega al momento en que ingresan el subjefe departamental, Nelson Vega, y el jefe de Operaciones, Fabián Hormaechea.
Chavez aseguró que en ese momento fue corriendo a sacar gente porque tenía temor de que lo agrediesen. Le pedía a los demás que se queden tranquilos e, incluso, le pedía a Vega que se quede tranquilo porque, antes de que lo golpeen, le dijo: “me van a tener que pegar a mí también”. Y señaló que no vio agresiones físicas hacia el subjefe. Cuando intercede, señaló que Vega y Hormaechea aprovechan para irse pero se interpuso un efectivo, de apellido Barneche, quien les obstruía el paso. Chávez dijo que fue y lo empujó para que pudiesen irse.
Recordó que pasaron por la Jefatura el senador Enrique Cresto y el subjefe de Policía de Provincia, Juan Ramón Rosatelli. Cuando se realiza la reunión con Rosatelli, se vio en un video a otro de los imputados Carlos Zaragoza, reclamando un sueldo básico de $ 10.000. Para Chavez, fue una expresión de deseos de Zaragoza ya que no hubo ningún consenso entre quienes protestaban en la Jefatura el pedir esa suma.
De repente, sale a la calle y se encuentra con el camión de los Bomberos y les pregunta por qué estaban ahí. “¿Que hacen acá?”, textual. Y la respuesta fue que habían sido enviados por el jefe. Lo mismo le responden desde un móvil de la Comisaría 3º. Para Chavez, eso es la prueba de que hubo muchos actores de esas jornadas que están ocultos y por ello desaparecieron varios libros de guardia de las comisarías.
Ya llegada la mañana del lunes 9, escucha en una radio al gobernador Sergio Urribarri decir que la Jefatura estaba tomada por “faloperos, tomados y sumariados”. Allí se indignó porque sostuvo que, luego de 25 años de carrera en la calle, tiene cicatrices en el cuerpo y las lleva como “medallas” además de que no tiene ninguna sanción en su legajo.
En horas del mediodía. se acercó el secretario del Sindicato de la Fruta, Alcides Camejo, quien se ofreció para llevarlos a negociar con el gobernador. Chavez accedió a ir porque consideró que en la Jefatura era imposible hablar. Fue acompañado por Leandro Coutinho y Zaragoza y otro funcionario. Fueron hasta las Termas y se encontró con Hugo Ballay a quien conoce desde chico con quien se dio un abrazo. Lo primero que le dijo al ministro de Gobierno, Adán Bahl, es que se olvide de los $ 10.000. “Eso es ilógico”, mencionó. Incluso, sostuvo que Zaragoza lo admitió en el viaje de vuelta. En esa reunión lograron un aumento pero el sueldo básico se mantenía sin modificaciones y Bahl le dijo que podían discutirlo más adelante en paritarias. De vuelta en la Jefatura, al anunciar lo negociado, fue increpado por colegas y familiares. “¿Cuánto te pagaron? Te bajaste los pantalones con el gobernador”, le dijeron. A Chavez le molestó mucho esas acusaciones por parte de gente que “ni sabía lo que era una paritaria” y decidió apartarse de las negociaciones.
Luego se enteró de que se llevaron a cabo dos reuniones para encontrar una salida en la Cafesg. De la primera se enteró luego de terminada. Pero en la segunda estaba en la Jefatura y dijo que se decidió no darles voz ni voto a los familiares que estaban en la plaza porque eran reacios a acordar y habían trabado todo hasta ese momento. Allí se levanta la protesta y vuelven todos a trabajar.
Al día siguiente, sostuvo que Urribarri les ofrece agruparse para recorrer la provincia para discutir el 6 de febrero en paritarias. “Fue una trampa. En vez de sentar a discutir como cualquier laburante nos llevaron esposados a Federal”, en referencia a la cárcel de máxima seguridad. También sostuvo que Villalba y Hormaechea le dijeron que estaba “todo armado” desde Paraná. Dijo que en Federal “no hubo un solo día en que no pensara en el suicidio”. De hecho, admitió que está bajo tratamiento porque se desquilibra muy fácilmente. Además sostuvo que ningún funcionario judicial les dijo que estaba cometiendo un delito y que les cayó encima todo el peso del Estado.
Más adelante, dijo que no tenía contacto con ninguno de los imputados, excepto a los más antiguos como Gómez, Lacuadra o Troncoso de la década del 90, y los conoció en la cárcel. Dijo que fue "seleccionado" para ir preso y sostuvo que hace años que viene escribiendo en sus ratos libres un ensayo sobre los vínculos entre el narcotráfico, la policía y la política, hecho del que estaban al tanto sus superiores.
Se quebró definitivamente cuando recordó –debido a que atraviesa una situación familiar delicada por enfermedad- a Villalba decir que los policías se habían escudado detrás de las mujeres para poder entrar a la Jefatura como hacen los “delincuentes”. Y no siguió declarando ya que no estaba en condiciones anímicas y tardó varios minutos en recomponerse. El fiscal Mario Guerrero no pudo hacer ninguna pregunta.
‘Preso por tocar el bombo’
Luego fue el turno de Carlos Rosas, bombero forestal de la Comisaría 9º. Comenzó su indagatoria en soledad –los imputados debieron volver a salir- asegurando que el domingo 8, en la seccional donde presta servicios, había sido autorizado por su jefe a ausentarse si tenía que hacer adicionales para “apoyar la protesta”. Luego, terminado su turno cerca de las 21, sale en la moto desde el Lago y se dirige hacia Concordia pero en el camino sufre varios percances con una cubierta que se desinflaba constantemente que lo retrasan al punto tal que decide dejarla en la Jefatura.
Cuando llega, luego de más de una hora de viaje, la manifestación ya había ingresado en la Jefatura. Comienza a preguntar que había pasado y se entera deque habían arrojado gas lacrimógeno y de la agresión al Jefe de Logística Silva. Cuando dice que ese no era el modo de protestar, recibe una recriminación de parte de un policía por ponerse del lado de los jefes.
Se quedó tomando mates en una oficina y allí fue contactado para que haga de nexo entre Rosatelli y los policías que estaban en el ala sur de la Jefatura. Allí dijo que comenzó a “tocar el bombo” y a “hacer cánticos” (en efecto así se lo ve de remera amarilla en el hall de entrada en un video grabado desde un celular) debido a que estaba “alegre” de que iba a venir el ministro y se “iba a encontrar una solución”. Dijo luego que durante el lunes sólo entraba a la Jefatura para ir al baño y que se fue a su casa a dormir antes de que lleguen a un acuerdo del cual se enteró al otro día.
Más adelante, señaló que no agredió a nadie, que “siempre fue una persona tranquila”, que no tiene ninguna sanción en su legajo, que el reclamo de los $ 10.000 era “descabellado”, que no formó parte de ningún grupo dispuesto a tomar la Jefatura, que no sabía lo que significaba la palabra “sedición” hasta que fue detenido, que no conocía a los demás imputados, sólo a Biderbost del arbitraje (Rosas es referee) y a Troncoso. “Si alguien nos hubiese dicho que estábamos cometiendo un delito, no hubiese quedado nadie”, manifestó en otro tramo.
Por último, Rosas recordó un episodio de la infancia. Tenía 9 años y corría el año 1976 cuando ingresó personal policial o militar a su casa y se lo llevó a su hermano. Su madre pasó momentos muy feos buscándolo. Por ello: “nunca me hubiese levantado en armas contra un estado democrático”, dijo con lágrimas en los ojos. “Fuimos a reclamar por el sueldo. Porque toqué el bombo hoy estoy preso”, señaló. No quiso contestar las preguntas del fiscal Guerrero.