Don Arturo Illia vivía en Martínez, en la casa de su hermano Ricardo, ya que el expresidente no tenía casa en Buenos Aires, y había renunciado a la jubilación de presidente.
Ibamos con el legendario Luis “Changui” Cáceres a invitarlo para que nos acompañara en la celebración del Cincuentenario de la Reforma Universitaria del Dieciocho, que el movimiento estudiantil planeaba organizar en Rosario y Santa Fe, pedido al cual accedió, pero que luego, la dictadura frustró.
Don Arturo, emanaba esa paz, de los que tienen la conciencia tranquila. Humilde, buen y ameno charlista nos habló durante casi tres horas del asesinato de Gaitán en Colombia, que desembocó en la guerra civil que aún golpea al país hermano, y de su temor de que algo parecido sucediera en nuestro país, del boicot de los grandes laboratorios a la Ley de Medicamentos, de la presión de militares y la embajada norteamericana para que enviara tropas argentinas que legalizaran la invasión de los marines a la República Dominicana en 1965, del busto de Hipólito Yrigoyen en la costanera de Santo Domingo, y en agradecimiento por el gesto argentino, en una anterior invasión, de izar en la Fragata Sarmiento la enseña Dominicana, saludarla con 21 cañonazos y luego alejarse sin tocar el puerto, de los que vivían en las “veinte manzanas que rodean a la casa de gobierno”, financistas, y especuladores desde donde pretenden manejar los gobiernos nacionales.
Al despedirnos, quiso acompañarnos hasta la Estación de trenes de Martínez, al subir al colectivo y pretender pagar los tres boletos, el chofer nos dijo “el Dr. no paga”; al llegar a la estación, entramos a un bar enfrente de la misma, nosotros pedimos dos cafés y Don Arturo, un té; cuando luego de casi una hora de amena charla, matizada con consejos de que nos cuidáramos, anécdotas de Amadeo Sabattini y de Santiago del Castillo, dirigentes históricos del radicalismo cordobés – algo diferentes al mediático Oscar Aguad- pretendimos pagar la consumición. El mozo con una gran sonrisa nos manifestó “el Dr. no paga”.
Aquel “el Dr. no paga”, lo recordé toda mi vida. Era la forma en que el pueblo le demostraba su agradecimiento, respeto y afecto a quien fuera la imagen mas transparente de lo que debe ser un hombre público.
Si bien asumió el 12 de octubre de 1963 con el peronismo proscripto y teniendo como principal contendiente a Pedro Eugenio Aramburu, su primer acto de gobierno consistió en eliminar las restricciones que pesaban sobre el peronismo, cuyas manifestaciones estaban prohibidas por el decreto 4171 del 56, firmadas por Aramburu. Luego de que Illia asumiera el gobierno, se realizó un acto conmemorativo por el 17 de octubre en Plaza Miserere, sin limitación alguna, y de la misma manera se levantaron las restricciones electorales habilitando la participación del Peronismo en los comicios legislativos del año 1965, también se levantó la prohibición que pesaba sobre el Partido Comunista y se promulgaron penalidades a la discriminación y violencia racial. Jamás utilizó los fondos reservados de la Presidencia de los que disponía anualmente de ochenta millones, sin necesidad de rendir cuenta alguna. Además de austero fue un hombre progresista, sancionó la ley del Salario Mínimo Vital y Móvil, la ley de Abastecimiento y la llamada ley de Medicamentos, todas ellas dirigidas a mejorar el nivel de vida de los argentinos. Un día después de ser derrocado convocó al Escribano Mayor de Gobierno para realizar su manifestación de bienes. Cuando había asumido el 12 de octubre de 1963, poseía una propiedad en Cruz del Eje, hoy museo – que le fuera obsequiada con el aporte de cuatro mil vecinos que habían contribuido individualmente para gratificar al médico rural que no le cobraba a los humildes- sus útiles de consultorio, un automóvil y un depósito de trescientos mil pesos. A la fecha de su destitución seguía teniendo la casa donada, pero había perdido el auto y el depósito bancario, utilizados para afrontar los gastos de internación en el exterior de su esposa, Tencha Modernell aquejada de una cruel enfermedad.
Nunca más un presidente argentino viajó en subte o tomó té en bolichones, nunca mas un presidente no utilizó los fondos reservados, devolviéndolos a la Tesorería Gral de la Nación. Nunca más un presidente renunció a la jubilación de privilegio. Don Arturo nos demostró que la honestidad no es incompatible con la política, trabajando sus últimos años en la panadería de un amigo.
EN HOMENAJE A MI PADRE QUE EL 11 DE ENERO HUBIERA CUMPLIDO AÑOS
Y QUE NOS ESTIMULO EN LA ADMIRACION A HOMBRES COMO DON ARTURO