La media naranja

Como pocas veces, los sectores de la producción están, sobre este fin de año, divididos. Una enorme brecha se ha abierto y no hay miras de que vaya a cerrarse. Hoy, la citricultura entrerriana, que debería estar unida para enfrentar problemas como la baja rentabilidad, las adversidades climáticas, la inminencia o presencia de una enfermedad que podría acabar con ella o los nuevos desafíos comerciales, está segmentada, sus entidades cuestionadas y la hostilidad se ha apropiado del escenario. La segunda mitad de 2014 fue, y sigue siendo, conflictiva. Tal vez, en estos días, con menos virulencia, pero en un estado de tensa calma. 

        

Todos contra todos

Quienes vivimos por este lado del noreste entrerriano, no nos asombramos cuando cada tanto nos enteramos que productores citrícolas le hicieron un piquete a funcionarios del Ministerio de Trabajo o a gremialistas del Sindicato de la Fruta en algún ocasional control de trabajadores en las quintas de la zona.

Además, todavía queda el recuerdo del vehiculo de la AFIP (en aquel entonces DGI) que citricultores lograron dar vuelta en 180 grados en la rotonda de Chajarí y aun resuena el eco de lo ocurrido con un vehiculo del SENASA que estaba recorriendo quintas en cercanías del lago en agosto pasado, cuando un numeroso grupo de productores los echaron, no sin que se generaran momentos de extrema tensión.  Las erradicaciones de viveros de plantines a cielo abierto de esos días habían puesto nerviosos a muchos.

Pero este año fue distinto. Este año el enfrentamiento dejó de ser exclusivamente con los organismos del Estado o las entidades gremiales que buscan, nada mas ni nada menos, que se cumplan las leyes. Este año el HLB, en vez de unir a la citricultura, la dividió, la fragmentó, la partió.  El HLB, para algunos ya presente en la zona, para otros aun ausente, no hizo otra cosa que trazar una línea divisoria entre aquellos que defienden la producción de plantines cítricos a cielo abierto, y aquellos que pregonan la producción bajo cubierta, por cierto, la que exige la normativa vigente en este sentido. 

Quienes querían seguir produciendo a cielo abierto las plantas que después se venden para que produzcan fruta en las quintas expusieron sus razones, que iban desde lo económico hasta lo cultural/tradicional/familiar. Del otro lado, quienes alertaban sobre la amenaza del HLB (dirigentes institucionales, intendentes, profesionales del agro), también dijeron lo suyo, enfocados en informes de riguroso respaldo científico y técnico. No hubo punto intermedio. No hubo la más mínima posibilidad de tomar una decisión que dejara, al menos parcialmente, conforme a ambas partes.

Y el HLB termino dividiendo mal a la citricultura. La dividió mal porque, como pocas veces, los productores, los “gringos” como les decimos a toda la gente que vive en zonas de colonias o que se dedican a la fruta, comenzaron a enfrentarse entre ellos. Comenzaron a agredirse, comenzaron a patotearse, a ensuciarse.

Comenzó a cuestionarse la representatividad de las instituciones que nuclean a los sectores productivos. Comenzaron los aprietes, las amenazas, las intimidaciones y hasta los carteles acusatorios a la vista de todos, en lugares como la rotonda de acceso a Chajarí. Y todo entre ellos, entre quienes deberían estar unidos para enfrentar una amenaza que, en el hipotético caso de que no haya llegado a la zona, los debería haber unido para evitar que llegue.

 

Responsabilidades.

Se podrían mencionar muchas causas que llevaron a que esto ocurriera. Una de ellas es, quizás, el único punto en el que coincidieron y siguen coincidiendo los sectores productivos hoy enfrentados: el ineficaz rol del SENASA a la hora de tomar medidas efectivas para prevenir el ingreso del HLB. “Siguen fallando y en la comunicación y en la capacitación”, aseguran. En esto, durante todos estos meses desde que se desató el conflicto, han coincidido todos, tantos los “pro-cielo abierto”, como los “pro-bajo cubierta”.

Y ni la presencia de la titular del organismo a nivel nacional en Villa del Rosario sirvió para aquietar las aguas. Quizás haya servido para despejar algunas dudas o tumbar algunos miedos –miedos que, dicen, fueron tal vez inducidos por quienes buscaban llevar agua para su molino- ya que no pocos fueron ese día porque alguien les había dicho que el SENASA iba a entrar en sus quintas a tirarles todas las plantas de naranjas y mandarinas, como hicieron con algunos viveros de plantines.

Porque como en todo choque de intereses, hubo reclamos colectivos, reclamos individuales y reclamos individuales pretendidos o camuflados de colectivos. Y esto también fue desencadenante del conflicto. Los ardides para sumar voluntades a determinadas causas con orígenes muy personales, también estuvieron a la orden del día y caldearon el ambiente.

Justo es mencionar que desde la parcialidad que defiende la continuidad de la producción de plantines cítricos a cielo abierto hubo ideas, hubo propuestas, hubo alternativas. Y justo es mencionar o preguntarse si las instituciones, las asociaciones que representan al productor o la misma entidad provincial que los nuclea y que cuyas autoridades hoy son muy cuestionadas o desconocidas por varios quinteros, no deberían haberse convertido en el medio por el cual esas propuestas se canalicen y lleguen a los lugares de poder donde se toman las decisiones en materia de políticas agrarias.

 

El futuro

El tema es que ahora se vienen nuevos desafíos. Con la llegada de las cuatro extractoras, la fábrica de jugos de Villa del Rosarios da indicios de comenzar a funcionar este año. Además, días atrás, una reunión realizada en Concordia entre el sector citricola y referentes de grandes cadenas de supermercados (dentro de las que se contabilizan mas de 10 mil súper chinos) abrió las puertas a la posibilidad de comercializar de manera directa y con mas y mejor llegada la producción de la zona a esos puntos de venta. 

Y eso sin contar la constante atención que demanda un exigente mercado internacional, con serios competidores.  Pero si aca todavía se sigue discutiendo si lo encontrado en la planta de mandarinas de Mocoretá es o no HLB, si hay que combatir a la chicharrita o si se sigue aduciendo de que por mas que se produzca bajo cubierta, la enfermedad va a llegar igual, si se siguen sugiriendo medidas insólitas como parar –justamente- la fabrica de jugos hasta que se les “levante” la imputación a algunos productores acusados de aprietes u otras posturas inflexibles en muchos casos, titánica será la tarea de aunar criterios para encarar lo que viene. 

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