Un recuerdo ya pronto serás

Los puesteros firmaron ayer en el municipio un acta acuerdo donde consta el número de puesto que les espera a la vuelta. “La gente gracias a Dios quedó conforme porque se escuchaban muchas cosas que a mí misma, como estoy en la comisión, daba bronca”, dijo Alejandra, vocal de la asociación “Mercado Popular de Pulgas”. De hecho, en una carta enviada a DIARIOJUNIO la semana pasada, firmada por un puestero anónimo, se manifestaba “total disconformidad e incertidumbre con respecto a los cambios, proyectos, promesas futuras y desalojamientos repentinos”. No obstante, ayer todos los vendedores firmaron el acuerdo, excepto uno que no pudo acudir porque había sido operado.

Alejandra tiene un puesto desde hace 15 años pero trabaja allí desde hace más de dos décadas. “Estuve con unos tíos, con unas tías”, recordó. “Había piedritas, una lona anaranjada y unos palos”, añadió. “Fue fulero”.

En la actualidad, las incomodidades siguen existiendo. “Con la lluvia hay gente que tiene que cerrar porque no se puede, se llueve fuerte. Se le moja”, dijo. “En el invierno ya es más llevadero con el frío porque estamos más amontonaditos. Y en el verano es caluroso. Pero estamos acá y ya nos acostumbramos, lo mismo que en Ushuaia que están acostumbrados al frío”, indicó.

Sostuvo que el intendente Gustavo Bordet les dijo que seis meses es el tiempo máximo y que iba a dialogar con la empresa que se haga cargo de la construcción para que finalice el trabajo en el menor lapso posible. “Si podemos volver en menos tiempo, era mejor”, dijo la puestera.

Incluso, la intención de todos los vendedores es retornar antes de las fiestas. “Para que nosotros trabajemos porque la gente viene y compra regalitos acá para regalar o para auto regalarse”, señaló Alejandra.

La mujer aseguró que los galpones en la ex Estación Norte son “inmensos”. “Ya fuimos a verlo con Germán (Baravalle, el presidente de la Asociación) y fueron otros chicos de acá, del mercado, y sí, entramos todos, hasta los chicos de la calle que son cinco. Somos 92 en total y todos entramos”, indicó.

Por otra parte, la integrante de la asociación que nuclea a todos lo puesteros, indicó que no se va a excluir a nadie, por más que alquilen un local para no ir hasta la ex estación de trenes. “Se los va a recibir porque primero se corrió un comentario de que ‘el que iba a la Estación Norte no volvía acá’. Pero no, vuelve acá, con su número de puesto como se firmó anoche: las actas, el estatuto y el plano”.

Las dudas que envolvían a los vendedores respecto de la viabilidad comercial de la nueva ubicación fueron superadas. Antes los mismos vendedores señalaban que “no iba funcionar” el lugar. Es que el antecedente inmediato es el fallido intento de instalar una feria para los vendedores ambulantes que proliferaban durante los años 2001 y 2002 en los terrenos de la ex estación linderos con calle 25 de Mayo. A poco de comenzar, la iniciativa se tronchó por falta de clientela y hoy, en esos terrenos, se levanta el futuro Centro de Convenciones. “Las Pulgas estaban pero ahora Las Pulgas se trasladan”, indicó Alejandra, explicando la principal razón del fracaso. Si bien admitió que al principio puede que sea un tanto complicado, sostuvo que tiene “fe y esperanza de que van a trabajar”.

“Cuando lo escuchaba al intendente, no podía creerlo y me lloré todo. Lo que el habló lo escuchaba y lo lloraba, se me erizaba la piel. No podía creer lo que estamos logrando, que no se pudo hacer en tantos años”, dijo la mujer.

Incertidumbre al cambio

Rubén hace dos décadas que trabaja en Las Pulgas. Tiene un puesto de venta de calzado. Cuando comenzó, el predio estaba todo abierto, había piso de pedregullo y los puestos eran cubiertos por un techo de lona. “Después se fue mejorando, se hicieron los pasillos y después se dividió”, indicó.

No obstante, a pesar de las modificaciones que realizaron, admitió que no fueron suficientes para mejorar la seguridad respecto de las instalaciones eléctricas. “Acá es todo de madera y un poco precario. Por suerte nunca hubo un accidente aunque es todo material súper inflamable”, dijo el puestero.

Rubén admitió que hay dudas en torno a la reubicación temporal de los puestos. “Todos tienen incertidumbre al cambio pero creo que es lógico. Cuando uno cambia de trabajo tiene incertidumbre pero es normal eso pero después se van a ir adaptando”, señaló.

Los seis meses no son “un tiempo corto como hubiesen sido tres meses pero es lo más lógico para una obra de esta envergadura”. Y aseguró que el lapso de espera vale la pena. “Va haber más comodidad y seguridad para los que estamos trabajando acá y para el público que viene con criaturas”, señaló.

“Somos pocos los que quedamos”

María Isabel tiene un puesto en Las Pulgas desde el 19 de abril de 1991, fecha en que se inauguró el predio. “Éramos vendedores en la peatonal. Andábamos con uno o dos bolsos al hombro y armábamos en la peatonal. Hasta que salió la orden de la municipalidad que no podíamos estar más y nos trasladaron hasta esta esquina”, recordó. “Era un baldío, todo pedregullo, no teníamos absolutamente nada”.

Los puestos eran de dos por dos metros delimitados por “cuatro palos redondos en cada esquina con una lona anaranjada arriba”. El espacio es el mismo, sólo que medianamente lo fueron arreglando con el correr de los años: “dentro de las posibilidades que teníamos cada uno”. En ese sentido, dijo que no tenían el capital necesario como para adquirir mucha mercadería y armar un local.

La mujer recordó que al principio realmente la pasaron “mal”. “Lo primero que hicimos fue sacarle los toldos y ponerle un techo de zinc porque era impensable poder estar. Aparte el piso era de pedregullo. Nos costó muchísimo que la gente entre acá adentro”, indicó. En consecuencia, colocaron una carpeta de cemento en el piso. “De a poco se fue haciendo, de madera, que era lo que nosotros podíamos. Fuimos cerrando las paredes y después les pusimos las puertas”, indicó María Isabel.

En ese momento, no tenían mucha mercadería. “Se llevaba y se traía todo porque no teníamos como dejarla. Para no pagar el traslado, cerramos con puertas así podíamos dejar la mercadería”, señaló la vendedora. Además los mismos puesteros debían turnarse para cuidar durante la noche.

La precariedad en la que trabajan les jugó una mala pasada hace algunos años. “Tuvimos un problema con la electricidad. Era un local que era un desastre lo que eran las instalaciones eléctricas y así sigue siendo. El tendido de un lado para el otro de cables hace que esto no sea seguro. Por eso hace bastantes años se compraron matafuegos. No era una cosa 100 % segura pero era dentro de las posibilidades que teníamos”, señaló. Lo mismo afirmó respecto de los techos, que fueron colocados por los mismos vendedores. “Nos reuníamos un grupo y hacíamos cada cual una parte. Esto no tiene la seguridad que tiene que tener”, indicó.

De los 87 vendedores que ingresaron en 1991, como mucho sólo queda una treintena. “Somos pocos los que quedamos desde el comienzo. Mucha gente se ha tenido que ir por problemas económicos. Tenían una familia muy grande y les costaba vivir con lo poquísimo que se vendía en esos momentos”, indicó la mujer. Pasaron muchos años y algunas crisis económicas de por medio que obligó a muchos a vender o alquilar los puestos. “Con los federales nos costó muchísimo. Prácticamente se vendía lo que se ocupaba en el día para poder subsistir y nada más”, recordó María Isabel.

La mujer destacó que siempre contaron con el apoyo de la municipalidad. En tal sentido, recordó que Elvio Bordet, padre del actual intendente, les llevaba la parte contable a los vendedores. “Pagábamos monotributo, el ya nos llevaba la contabilidad. Nos costaba, pagábamos el monotributo y nos costaba, no había tantas ventas y hacíamos lo que podíamos”, señaló.

Pero lo que siempre faltó fue la organización interna de los puesteros. Esa deuda se saldó con la comisión que se formó. “El señor Germán Baravalle realmente pudo lograr lo que en 20 años no se había podido lograr. Hubo que remar mucho, hubo que hacer muchas cosas”, indicó.

La vendedora sostuvo que la construcción del predio es un “gran logro” y le significa “dignidad” después de haber estado “una vida acá adentro”. “Entré con 22 años”, indicó.

María Isabel también señaló que quiere retornar antes de las fiestas de fin de año. “Es la época en que uno aprovecha por la cantidad de gente que anda y es cuando cobran los aguinaldos”, indicó.

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