Por obra de la causalidad, hace un año y medio la Policía encontró una cocina de cocaína en Paraná. El 8 de agosto de 2011 se cayó una avioneta en un campo del Acceso Norte, donde murieron calcinados sus dos ocupantes. A unos 200 metros, hallaron una tapera, con diferentes elementos y productos químicos para la producción de cocaína, además de mas de 26 kilos de esta droga y pasta base.
Dos días de vigilancia del campo, del casco de la estancia y de la vivienda lindera del casero, derivaron en allanamientos, detenciones y más secuestro de elementos. Cuatro personas quedaron involucradas en la causa, pero uno permanece prófugo. Quienes desde ayer son juzgados en el Tribunal Oral Federal de Paraná son: el dueño del campo, Vicente Bioletti (empresario agropecuario, de 58 años), el casero Rubén Palavecino (trabajador rural, 61 años), y José Sterz (comerciante, 62 años). Claudio Luna iba con Sterz en auto la noche que los vieron salir del campo, pero luego se fugó.
La estrategia defensiva básica de los acusados es que desconocían la actividad narco que se desarrollaba en esa tapera. Por la distancia a la que está ubicada de las viviendas (unos 500 metros) y porque hacía varios años que no la frecuentaban.
En la primera jornada del juicio oral y público, se leyeron los cargos a los acusados, y luego ellos, sus abogados, el fiscal y los jueces se trasladaron al campo del Acceso Norte, para realizar la inspección ocular.
La imputación
A los tres hombres los acusan por el “hallazgo bajo sus exclusivos dominios de material estupefacientes, precursores y demás elementos vinculados, se presume la comisión del delito de producción, fabricación, extracción, refinamiento y/o preparación de estupefacientes, su fraccionamiento y estiramiento, tanto como la tenencia de estupefacientes y materias primas para su fabricación y refinamiento, sin autorización, con fines ilegítimos, como el de su comercialización”.
Por esto, la investigación entendió que los acusados “guardaban en forma rústica y/o en proceso de producción más de 26,700 kilos de clorhidrato de cocaína; de 3,500 kilos de pasta base de cocaína; de 134 kilos de material de corte (como lactosa, creatina, cafeína, dipirona, manitol); cinco bidones y ocho botellas de acetona”. Además, tenían elementos relacionados, “como artefactos, maquinarias, herramientas, enceres, luminarias”.
Inspección y paisaje cambiado
El casco principal de la estancia y la mencionada tapera (una construcción en estado de abandono), estaban unidos por un sendero y un cableado eléctrico, que según la acusación suministraba energía eléctrica a la producción de droga. Ahora, el cableado ni los palos que lo sostenían ya no existen, y el sendero se transformó en un camino brozado. Ayer al mediodía, durante la inspección ocular, sorprendió la gran cantidad de camiones que circulaba por ese camino interno del campo, consigna el diario Uno.
Mientras se realizaba la recorrida por las viviendas, el campo y la tapera, el empresario Bioletti le explicaba al Tribunal las dificultades que había antes para ver la tapera desde la casa, por la distancia y porque entre ambas había un vivero. Y cuando circulaba en dirección al río, pasaba por el costado sin siquiera detenerse a mirarla.
Un par de años antes de descubrirse la cocina de cocaína en el lugar, explicó Bioletti, hicieron un emprendimiento de cultivo de aloe vera alrededor de la tapera, que no funcionó, e intentaron allí sacar agua de un pozo, también sin éxito. El cableado eléctrico desde el casco hasta la tapera se mantuvo porque tenía la idea de “poner una familia” para alguna otra actividad.
En la zona del casco de la estancia hay un mirador de madera, de unos tres o cuatro metros de alto, que está en línea recta a la tapera. Bioletti afirmó que es algo que se hizo “para los chicos”.
El empresario contó también que hay varios caminos internos de su campo que comunican con los campos vecinos, principalmente el de Núñez, cuyo limite está a pocos metros del lugar donde funcionaba la cocina de cocaína.
Sentados en el banquillo
Ayer a la siesta finalizó las testimoniales de Sterz y de Bioletti. Tras las inspecciones oculares en el campo del empresario agropecuario como en la Dirección de Toxicología de la Policía donde se encuentran secuestrados los elementos vinculados al laboratorio de drogas, dos de los tres procesados se sentaron en el banquillo de los acusados. Palavecino se abstuvo por lo que se incluyó su declaración en la instrucción.
En algo más de 10 minutos Sterz dio la misma versión que en la etapa de instrucción. Dijo que con un amigo se había ido a pescar a la costa, y en la noche decidió volver, por lo que le pidió que lo llevara hasta la estación de servicio para pedir un remís. Sin embargo, al llegar cerca de lo Bioletti, se le rompió la moto, por lo que ingresó a pedir por teléfono un vehículo de alquiler. Negó en todo momento, ser parte de la banda que manejaba la cocina de cocaína.
Bioletti sintió en carne propia un inquisitivo y profundo repertorio de preguntas por parte del tribunal que se preocupó en saber por sus movimientos económicos y en especial, por qué “desatendió” el campo al que no controló debidamente confiando ciegamente en lo que le decía el cuidador Palavecino. El empresario respondió y se esforzó en aclarar las dudas, resaltando que el cuidador era un “buen hombre”. De esta manera se desligó de las situaciones irregulares.
Radiografía de las acusaciones contra los procesados
Ramón Ángel Palavecino, casero
Para la acusación, “tenía pleno conocimiento de todo cuanto se guardaba oculto en la tapera existente a pocos cientos de metros de su casa; es decir tanto de los estupefacientes como del material utilizado para su producción, refinamiento, fraccionamiento y demás artefactos, elementos y utensilios (…) nada que ocurra en ese sitio puede escapar a su conocimiento, puesto que, de otro modo, no se hubiera mantenido por largo tiempo -más de siete años- su relación laboral”.
Vicente Jesús Bioletti, propietario
Le atribuyen “idéntica responsabilidad penal que a su casero; por la posición dominante que este ejerció siempre tanto sobre sus terruños como la evidenciada ascendencia respecto de su empleado (…) Su condición, su permanente presencia y despliegue de actividades en el lugar (…) Resulta impensable que semejante empresa delictiva pudiera hacerse a espaldas o escondidas del propietario de la finca, quien por su lado conoce palmo a palmo sus límites”.
José Roberto Sterz, comerciante
En las horas nocturnas de vigilancia del campo, los Policías dicen que lo vieron ingresar en un auto, caminar desde el casco de la estancia hasta la tapera y regresar con grandes bultos. Luego se retiró en auto con el prófugo Luna, y fue interceptado en la ruta por efectivos que lo identificaron, y detectaron que llevaba una elevada suma de dinero.
Tiene una condena por contrabando automotor y por droga.
Es defendido por el abogado Daniel Antico.
fuente Uno