Hernández forma parte de un equipo interdisciplinario que tiene como objetivo formar a los alumnos para el mundo del trabajo. La escuela Azahares tiene como particularidad capacitar laboralmente a chicos con retrasos de leves a moderados. Concurren adolescentes y jóvenes a partir de los 14 años y hasta los 22, en ocasiones más todavía, y cursan diversos talleres como panadería.
Esta mañana, cinco de los 12 alumnos –los otros faltaron por la lluvia- que conforman el curso concurrieron al supermercado. Se trata de chicos que habitan en barrios carenciados de la ciudad como el Constitución este, oeste, San Francisco y otros del noroeste de la ciudad. Además hay otros que provienen de la zona sur.
“Ellos lo que tenían que hacer puntualmente era salir y verificar los precios de un supermercado y comparar”, indicó. Luego de ingresar al local, comenzaron a tomar nota para luego trabajar en la escuela sobre lo relevado. “El gerente nos vio y llama a la persona de Seguridad. Cuando se acerca esta persona de Seguridad, nos pregunta quienes éramos, que estábamos haciendo porque eso estaba mal”, recordó la asistente social.
El gerente se acercó hasta el grupo y comenzó a hablar. Hernández dijo que se dirigía a ellos: “en un tono bastante fuerte y muy maleducado diciendo que nosotros no éramos quienes para estar ahí tomando nota y que teníamos que pedirle autorización a él”. El argumento en que se basaba para que no tomen datos de los precios era que le provocaban un perjuicio al negocio frente a la competencia.
No obstante, para Hernández el argumento no era valedero. “No estaban haciendo nada ilegal. Estaban tomando nota los chicos” para luego trabajar en clase. Cuando le dijeron que se trataba de un grupo de alumnos de una escuela especial “el tono bajó” pero en ningún momento ofreció un pedido de disculpas, a diferencia del empelado de Seguridad que sí se excusó.
En realidad, para la encargada de los alumnos, lo que incomodaba era la presencia de los alumnos en el local de ventas. O les molestaba el aspecto de los chicos o: “tenían miedo de que le entremos a robar”. No obstante, la mujer aseguró que nunca les había pasado algo similar en otros lugares. “Inclusive hemos sacado fotos”, recordó. Excepto hace dos años, cuando fueron echados del supermercado chino ubicado en San Lorenzo y Sarmiento. “Nos acusaban de que íbamos a entrar a robar”.
Lo cierto es que pasaron un “mal momento”. Sobretodo para quienes trabajan en la integración de chicos que provienen de sectores postergados. “Tenemos que ubicarnos en el lugar del otro. Estos chicos están vulnerados en un montón de derechos. Son de familias muy carenciadas, algunos no tienen trabajo y viven de changas, chicos que sólo comen en la escuela, hay familias muy conflictivas con violencia de género, problemas de alcohol y de drogas e ir a un lugar a que te destraten”, reflexionó.
La mujer llenó una hoja del libro de quejas del local comercial en referencia a la actitud del gerente, llamado Miguel. “Se dirigió en malos tratos a nosotros. Cuando le dijimos que éramos de una escuela especial, bajó el tono de voz pero medio que nos maltrató al principio”, señaló.
No obstante lo sucedido, los alumnos realizaron la compra. “Necesitaban la materia prima”, dijo Hernández. Al volver a la escuela, se reunieron con las autoridades para analizar lo sucedido y ver los pasos a seguir.
