LOS HECHOS DENUNCIADOS
Ninguno tenía más de 12, 13 o 14 años. Eran casi niños. Con cada uno de ellos hizo lo mismo entre 1984 y 1992. Los acariciaba, los bañaba, los besaba en la boca, los masturbaba, los penetraba. Los descubría sexualmente y los condicionaba. Eso que sucedía entre las cuatro paredes de su habitación privada del Seminario o en el baño, no se tenía que enterar nadie. Si alguien traicionaba ese pacto perverso de confidencialidad la iba a pasar mal. Iba a empezar la hora de las represalias y se acababan los privilegios: los caramelos, los chocolatines, la buena comida, la tv o las películas en video que por las noches podían ver en esa habitación, sin pasar frío ni angustias por el cariño interminable del prefecto religioso. “Ustedes deben saber que ahora, nuestra amistad es más grande. A mayor confianza, mayor es el amor y la amistad”, repetía el cura abusador todas las noches, según lo relata el periodista Daniel Enz.
Por cada año, casi siempre los elegidos eran cerca de 10. Los cálculos más acotados indican que por lo menos unos 50 chicos fueron abusados en esa década; las estadísticas mayores hablan de cerca de 80. Casi todos los jóvenes eran de la zona de Paraná Campaña, provenientes de familias de campesinos, donde la vocación religiosa suele ser más fuerte. “Siempre existió una relación muy particular entre las familias de la gente de campo de toda esta región con el Seminario de Paraná. Ellos colaboran mucho con la Iglesia y cuando traen a sus hijos, apenas saliendo de la niñez, saben que los dejan en manos de Dios y que de allí saldrán religiosos hechos y derechos, de los que siempre se sentirán orgullosos”, indicó a ANÁLISIS uno de los religiosos.
Lo que nunca midieron fue que allí dentro, en medio de tanta gente con deseos de hacer cosas buenas por la Iglesia y la sociedad, existía un depravado y con cierto poder en ese ámbito.
El Seminario de Paraná siempre se dividió en dos secciones: el Seminario Menor y el Seminario Mayor. En el primero de ellos se encuentran ubicados los chicos de entre 12/13 y 14 años. A partir de los 15, ya pasan al Mayor. En 1989, los más chicos estaban a cargo del prefecto Justo José Ilarraz, nacido en Paraná en julio de 1952 y domiciliado al comienzo de calle 25 de Junio. Ilarraz fue ordenado como sacerdote el 8 de diciembre de 1983, después de educarse en el Seminario, en tiempos en que el conductor era Alberto Ezcurra, fundador del Grupo Tacuara, seguidor desde joven del cura fascista Julio Meinvielle, del furioso anticomunista Jordán Bruno Genta y quienes también tenían como referente ideológico al fundador de la Falange Española, José Antonio Primo de Rivera. Ezcurra era el jefe máximo del Seminario y un mimado del entonces arzobispo de Paraná y vicario castrense, monseñor Adolfo Servando Tortolo.
Ilarraz era el prefecto del Seminario Menor, mientras que el cura Juan Alberto Puiggari -actual arzobispo de la capital entrerriana- se desempeñaba como el prefecto del Seminario Mayor. El rector era el sacerdote Luis Alberto Jacob, designado por el entonces arzobispo coadjutor y administrador apostólico de Paraná, Estanislao Esteban Karlic. El prelado que venía de Córdoba y que llegara para reemplazar a Tortolo -ante el avance de su enfermedad- fue nombrado el 19 de enero de 1983. Tras la muerte de Tortolo, en abril del ’86, asumió como arzobispo.
Los niños se encontraban en el pabellón del Seminario, ubicado en el final del predio, en el ala derecha. Eran 100 camas, solamente separadas por una mesita de luz. Al fondo estaba el baño y las duchas. El cura Ilarraz estaba siempre cerca. Tenía una habitación pegada a la capilla, casi lindante con el pabellón, que a su vez estaba contigua a la del rector Jacob.
EL COMUNICADO DEL ARZOBISPADO ENVIADO A DIARIOJUNIO (Textual)
1.- Las últimas noticias periodísticas reavivan nuestra profunda vergüenza e inmenso dolor por faltas gravísimas cometidas por uno de quienes deben servir a la vida moral del pueblo, con su ejemplo y enseñanza. Esto nos interpela para que nuestro compromiso con la Verdad y el Bien sea cada vez mas autentico y eficaz.
2.- Que la publicación en un semanario el día 13 del corriente contiene, junto a afirmaciones ciertas, inexactitudes y falsedades.
3.- Que cuando por primera vez se conocieron los hechos se realizaron todas las medidas tendientes al esclarecimiento de la verdad, siempre preservando el derecho a la intimidad y el debido proceso, y conforme a nuestro conocimiento sobre la legislación entonces vigente.
4.- Que asimismo y siguiendo las directivas emanadas desde la Santa Sede, en especial de su santidad Benedicto XVI, se solicito desde hace tiempo el levantamiento de la prescripción a fin de la aplicación de las sanciones correspondientes.
5.- Que el sacerdote acusado actualmente y debido a las gestiones realizadas por el Arzobispo de Paraná y por el Obispo de la diócesis de Concepción de Tucumán se encuentra apartado del ejercicio de su ministerio hasta que la Santa Sede resuelva su situación.
6.- La Iglesia que quiere siempre proceder según el evangelio y la justicia, pide al Señor plena fidelidad a su voluntad.
Paraná, 13 de septiembre de 2012
APUNTES…
Observe el lector que en el comunicado de la Iglesia se asegura que “cuando por primera vez se conocieron los hechos se realizaron todas las medidas tendientes al esclarecimiento de la verdad”, no se dice con la misma claridad, cuando fue esa “primera vez”, no dan fecha.
No es un dato menor, sobre todo si nos atenemos a lo que conocemos en cuanto al comportamiento de esta institución en casos similares. Hablamos del caso Grassi, del obispo pedófilo santafecino, del cura torturador Von Wernich… en todos los casos, lo que sobresale es el ocultamiento de la verdad, no su visualización.