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El Juez le impuso medidas restrictivas a la mujer que estafaba con el cuento de los cajones pollo

En una audiencia donde el protagonista no fue el imputado sino mas bien la fuerza policial, los defensores particulares de la acusada Christian Mazariche y Alejandro Perroud, expresaron su malestar por las declaraciones vertidas desde la Jefatura de Policía a los medios locales, cuando –según los letrados- se afirmó que la detenida Lorena Cecilia, de 31 años, contaba “antecedentes” o “participación en otras estafas”. Los defensores aclararon que en rigor a la ley, la imputada no cuenta con antecedentes penales, (es decir, no pesa sobre su persona ninguna sentencia condenatoria) y que no se le ha probado ni imputado a la fecha ninguna otra causa por estafa excepto la presente.
Por otra parte, Mazariche y Perroud denunciaron, sin que se oyera objeción de la Fiscalía, que la encartada fue retirada de su celda para que la prensa pudiera filmarla y tomarle fotografías. Lo que –de ser efímero- consiste en un severo abuso, sobre los derechos del imputado, por lo que el Juez ordenó que se investigara tal acusación.
Al respecto, la parte acusatoria a cargo del Fiscal Aníbal Lafourcade, añadió que “si se vio el rostro en esa filmación, es un serio daño a la investigación, porque cualquier ronda de reconocimiento de testigos pierde validez”.

En cuanto a la causa por el hecho que se le atribuye a la acusada, cabe aclarar que en efecto, existen al menos otros dos casos similares, donde comerciantes foráneos denunciaron este tipo de operatoria y “con el mismo cuento del tío” pero en ambas ocasiones la autora logró huir a tiempo para no ser aprehendida. No obstante, estos otros hechos, que no llegaron a concretarse, no integran, al menos por el momento, los hechos que se le imputan a la encausada.

EL CUENTO

La atractiva oferta en la que cayó el denunciante de esta estafa, era por 250 cajones con diez pollos faenados, a $ 100 cada cajón (la mitad de lo que cuesta en el mercado) por lo que la cifra a desembolsar por el comprador era de $ 25.000. La transacción se hacía en los pasillos del Municipio, y el modus operandi sería igual al de otras estafas similares: la presunta “secretaria de un funcionario municipal” pide la seña y se escapa por los recovecos del edificio municipal, que el foráneo comprador desconoce, para salir por calle Alberdi.
El cuento que ya por teléfono se le había fabulador al entusiasmado comerciante, era que los cajones eran un excedente de pollos que se habían comprado para la campaña política, y que el inexistente funcionario municipal, pretendía venderlos para incorporar ese dinero a la su caja chica.
En otras palabras, el damnificado, sabía muy bien –de haber sido cierto el cuento- que el bajo costo de los pollos correspondía a que los mismos eran comprados con dinero del Estado. ¿Habrá aprendido la lección?

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