Su deceso se produjo a causa de haber estado expuesta a una explosión que en la madrugada del domingo 27 ocurrió en una vivienda de calle Las Heras de Concordia, donde funcionaba una cocina de drogas.
Tenía 20 años y hacia menos de un año que se había ido a vivir a esa ciudad desde Chajarí. Hoy, sus padres es poco lo que han podido averiguar sobre como se sucedieron los hechos que terminaron con la vida de la joven. El dolido padre dice que no han tenido acceso a detalles de la causa y mucho de lo que saben, lo conocen por trascendidos. Su situación económica no le permite pagar un abogado para querellar, por lo que espera que el Estado pueda aportarle una solución.
Los papas de “Eli” reclaman justicia, pero a la vez hacen una autocrítica donde se plantean si pudieron ellos haber evitado que las cosas se dieran como se dieron. Y remarcan -ante una ola de comentarios difamatorios que llegaron a sus oídos sobre su hija- que “no por algo que pasó en unos pocos meses hay que desmerecer lo que fue durante veinte años, y que se la tilde como la mala de la película”. Pretenden de esta manera limpiar la figura de su hija y honrar su memoria, luego de que la tragedia los tocara a fines de marzo pasado perdieron a su hija mayor en circunstancias que aun no fueron del todo esclarecidas. En la noche del sábado 26 o domingo 27 de marzo se produjo una explosión en un domicilio de Laprida y Las Heras, en Concordia. Allí –se descubrió luego- funcionaba un laboratorio clandestino de drogas. Se encontraron cantidades no especificadas de cocaína, marihuana y la denominada pasta base (paco) desparramadas por toda la vivienda y hasta en la vereda. Por la causa está detenido Rafael “chupete” Benítez, un concordiense con quien, aparentemente, Mariela Elizabeth mantenía una relación sentimental. Ella falleció cuatro días después del incidente.
“Del hecho, lo único que sabemos es que hubo una explosión, que la llevaron al hospital y después de ahí que me llamaron a mi”, dice Tamay acerca de los sucesos mencionados, claro está, sin ignorar las posteriores revelaciones del caso, aunque habiéndose enterado de éstas solo por la prensa o comentarios al paso. “Nosotros no tenemos nada. Ni acceso a la causa, para ver como va. Ni acceso a la autopsia, ni pericias, nada. Cuando la vimos a ella (esa madrugada después de la explosión) tenia una herida, un corte largo y finito en la cabeza…y no sabemos todavía de que fue”, señala.
Hoy por hoy, para los papas de Elizabeth, hubo cosas que no supieron advertir con claridad en su momento. Cosas que ahora, mirando desde lejos, con el hecho consumado, empiezan a responder algunas dudas, a cerrar algunos círculos. Cosas que de haberlas encarado, podrían quizás haber hecho que la historia sea otra. En agosto de 2010, la joven se fue a trabajar a Concordia. Allí, aparentemente comenzó a trabajar en una casa de familia cuidando unos chicos. “Eso es lo que nosotros sabíamos, lo que a nosotros nos dijo”, resalta el padre. “Ella nos llamaba por teléfono y seguía viniendo a Chajari. Después, por allá por diciembre, empezaron a pasar cosas medio raras. Vino y trajo el teléfono que le habíamos dado porque dice que en el nuevo trabajo que tenía no la dejaban usar, no quería que la llamemos…”, cuenta. Para esa época, la muchacha ya mantenía una relación con Benítez, de quien sus padres sabían poco y nada. O al menos no lo que sí sabia mucha gente de Concordia. “Yo termino conociéndolo recién una semana antes del accidente”, cuenta. “Y (lo vuelve a ver) después el día del accidente, cuando nos pidió que nos encontráramos con él unas cuadras antes de llegar al hospital”. Ese episodio no es de menor importancia, porque Benítez arbitró todos los medios para poder encontrarse con los padres de Elizabeth fuera del hospital, varias cuadras antes. Lo que el hombre quería era que sacaran –según cuenta Tamay- a la joven del nosocomio para que la trasladaran al Instituto del Quemado en Buenos Aires. Y él cubriría todos los gastos pero pedía absoluta reserva y que no lo mencionasen en ningún momento. En ese momento, la explicación que le dio a los padres de Tamay sobre lo sucedido fue que ella se había levantado en medio de la noche, había prendido la luz, y la supuesta presencia de gas a causa de una fuga habría generado las fatídicas condiciones para la explosión. Pero “cuando llegamos la hospital, estaba lleno de policías y periodistas. Ahí me desayuné que había pasado algo muy grave, que no era un simple accidente”, recuerda “Lachi”. Horas después visitaría el lugar de los hechos.
Cómo padre, Tamay considera que le faltaron les faltaron cosas que pudieron haber hecho para evitar lo que paso. “Indudablemente que si. Hoy te replanteas un montón de cosas que no hiciste y podías haber hecho. Nosotros no teníamos ni una referencia de lo que era este hombre Benítez. Encima la gente se pregunta que como no sabíamos nada de todo lo que saltó, todo lo que explotó con esto. Y lo primero que hacen es apuntar a los padres y dicen “como no sabían?”…pero al tiempo te enteras que empiezan a decir otras cosas, a largar rumores, y se pasó del “como no sabían” al “ellos tiene haber sabido”, pero que había plata de por medio, que todos los fines de semana venían camionetas 4 por 4 acá (a su casa de Chajari) y traían plata. De nosotros (los papas) se dijo que sabíamos todo pero que nos hacíamos los boludos porque había plata de por medio. Se dijo de todo.”
“Si había un indicio de algo raro, nunca encendió del todo la alarma para sospechar algo raro. Ahora vemos que ella se cuidó de los pequeños detalles para no encender esa alarma. Hasta el día de hoy no le encuentro explicación. Por eso queremos tener acceso a la causa, a las pericias, para que se diluyan mucho porques. Hasta hoy no tenemos nada”, insiste.
“A uno le queda un sentimiento de culpa. El preguntarse `como no pude yo ver esto´, que uno forma una familia y tiene hijos para cuidarlos. Y en sentido, uno se pregunta `en que fallé´”. Y como consejo arriesga: “Nuestros hijos son merecedores de toda nuestra confianza. Pero si te dicen que se van a tal o cual lado, a comer unas pizzas nomás a lo de fulano, tomémonos el trabajo de ir o llamar por teléfono y hablar con los padres de la casa donde están…”, aconseja.
Por estos días, Horacio Tamay está viendo como puede presentarse como querellante y de esa manera llevar adelante el reclamo de justicia por el deceso de su hija, ya que económicamente no está en condiciones de pagar un abogado. Dice que se ha comunicado con el Juzgado Federal de C. del Uruguay en muchas oportunidades, pero no obtuvo respuesta alguna. Hoy, asegura que sufre por la pérdida, por la falta de información, pero además porque mucha gente de la que esperaba el apoyo, el respaldo, la compañía, no estuvo. “Gente amiga mía, gente cercana, se borraron. Eso me dolió mucho.”, dice, aunque sabe y reconoce que el contexto en que se dio la muerte de su hija fue atípico y generó las mas variadas suspicacias. De hecho, durante varios días tras el incidente, y como para tener una idea de la gravedad del mismo, la lavandería y vivienda familiar de los Tamay tuvo que contar con custodia policial permanente. “Acá se sacaron miles de comentarios y hasta el día de hoy lo siguen haciendo. No por que haya dado un mal paso, por un error, se justifica lo que pasó. No por algo que pasó en unos pocos meses hay que desmerecer lo que fue durante veinte años, y que se la tilde como la mala de la película.”, dice respecto de su hija. “Porque de la boca para afuera todos somos presidentes, todos somos abogados, todos somos doctores. Pero a la hora de hacer las cosas ¿Quién las hace? ¿Quién se compromete? ¿Qué es lo que queremos como sociedad? Decimos que queremos tal sociedad, pero no trabajamos para conseguir eso”, inquiere finalmente.