El periodista Néstor Espósito de Tiempo Argentino, cuenta hoy que la investigación sobre el fiscal ante la Cámara Nacional de Casación Penal Juan Martín Romero Victorica, denunciado por una nieta recuperada como colaborador de ex represores imputados en causas por delitos de lesa humanidad, quedó a cargo del juez federal Norberto Oyarbide. En una nueva muestra del poder de atracción que sus dos juzgados –los federales Nº 5 y 7– tienen para los expedientes de alta importancia, Oyarbide fue designado por sorteo para llevar adelante una de las múltiples causas en las que Romero Victorica deberá dar explicaciones. En este caso, los denunciantes fueron los jueces del Tribunal Oral Federal Nº 6, María del Carmen Roqueta, Julio Panelo y Domingo Altieri. Tras escuchar el relato desgarrador de Victoria Montenegro –quien durante su infancia y adolescencia vivió bajo la falsa identidad de María Sol Tetzlaff Eduartes, llamando “papá” a Herman Antonio Tetzlaff, su apropiador y presunto asesino de su verdadero padre–, el tribunal resolvió “extraer testimonios”, es decir impulsar una nueva causa en la que el fiscal será el principal investigado.
No será el único expediente que lo tendrá como activo protagonista: el tribunal también remitió información a la Cámara Federal de San Martín, donde se investigan violaciones a los Derechos Humanos durante la dictadura en el ámbito del Primer Cuerpo de Ejército, especialmente en la guarnición Campo de Mayo. El asesinato de Hilda Ramona Torres y Roque Orlando Montenegro, ocurrido a manos del apropiador de Victoria (quien en ese momento tenía 13 días de vida) en la casa de Boulogne en la que se habían instalado escapando de la represión en el monte tucumano, aún se investiga en los tribunales de San Martín.
Romero Victorica hizo silencio de radio después de fijar su posición en una emisora sobre la declaración de Victoria ante el tribunal oral.
TESTIMONIO
El martes a su vez, la periodista Alejandra Dandan de Página 12 hizo un informe sobre este caso, en el que incorpora el testimonio de Victoria, francamente conmovedor. Un testimonio tan o más fuerte que este, Victoria lo ofreció al Programa televisivo 6,7,8 de la TV pública.
“El fiscal llamaba a casa y le daba información”
En la causa sobre el plan sistemático de apropiación de hijos de desaparecidos, Montenegro denunció que el fiscal de Casación Juan Martín Romero Victorica le filtraba información al coronel Herman Tetzlaff, su apropiador y asesino de su padre biológico.
Por Alejandra Dandan
Entró en la sala de audiencias sin pañuelo, convencida de que no le iba a hacer falta. Su apropiador se lo había dicho muchas veces: que no llorara, que ésa era una forma de mostrarse débil ante el enemigo. Victoria Montenegro ayer lloró, lloró mucho, acompañada por buena parte de la sala. Contó escenas de sus años de hija de desaparecidos apropiada por un coronel de Inteligencia del Ejército. Por primera vez en su vida declaró contra él y, de alguna manera, a favor de la recuperación de la historia de sus padres biológicos. En medio de ese relato denunció al fiscal de Casación Juan Martín Romero Victorica porque, mientras la Justicia investigaba a su apropiador, el fiscal filtraba información hasta veinte días antes. Al terminar la audiencia, en la causa sobre el plan sistemático para apropiar hijos de desaparecidos, el fiscal Martín Niklison pidió al Tribunal Oral Federal 6 que impulse una denuncia penal a Romero Victorica y envíe los datos al procurador general.
“Yo de Romero Victorica nunca dije nada y, pese a que tuve charlas en Abuelas, siempre me contuve –dijo Victoria–. Nunca dije nada porque estaba convencida de que soy una persona sumamente leal y que yo le debía lealtad a él, porque había ayudado a mi papá. Cuando hace poco me llamaron para declarar en una causa, me di cuenta de que a este señor no le debo nada, que en realidad no ayudó nunca. Que mi papá está desaparecido. Y que él hizo todo lo contrario: ayudó a que yo apareciera más tarde, y ahora tengo a mis abuelos muertos, a mi tía también muerta… Recién entonces pude darme cuenta de quién es esta persona.”
Romero Victorica era amigo de Herman Tetzlaff, el apropiador de Victoria. Ella ubicó esa relación desde antes de 1992. En ese momento, la Justicia reabrió una causa contra Tetzlaff y ordenó detenerlo. Romero Victorica, que en la familia era mencionado con un apodo, le puso tres abogados y en tres meses lo sacaron de la cárcel. Victoria dijo que eran abogados que ellos no estaban en condiciones de pagar. Y que luego le adelantó a su apropiador todos los avances de la causa: “El llamaba a casa y le daba información”, explicó. En una ocasión, para el momento de la primera detención de su apropiador, fue Victoria la que le atendió el teléfono. Ella lloraba: “El me dice que me quede tranquila y me pega dos gritos: me dice que llorando no se soluciona nada, que mi padre estaba orgulloso de mí, que yo debía contenerlo, que iba a salir, que él iba a poner a unos amigos para que lo sacaran… Ahí me entero de quién era esta persona”.
La historia
Victoria nació el 31 de enero de 1976. Sus padres eran Hilda Ramona Torres y Roque Orlando Montenegro, dos militantes de la JP primero y luego del ERP, salteños, una familia que escapaba del Operativo Independencia. Trece días después del nacimiento, un grupo de tareas entró en la casa donde vivían, en Boulogne. Tetzlaff era el jefe del operativo, un hombre que había sido jefe de los grupos de tareas de El Vesubio, jefe de Inteligencia y en algún momento encargado del arma de Comunicaciones en Campo de Mayo. Se apropió de Victoria seis meses después del operativo en el que –como le confesó más adelante– él mismo asesinó a su padre. ¿Usted vivió con otra identidad durante muchos años? –preguntó Niklison al comenzar la audiencia.
“Me llamaron María Sol Tetzlaff Eduartes, nacida el 28 de mayo del ’76 en Boulogne, San Isidro, como hija del coronel Herman Antonio Tetzlaff y de su esposa, María del Carmen Eduartes. Yo nunca tuve dudas de que no era María Sol, me decían que era hija de ellos”, explicó. ¿Qué versión le dieron? “Yo siempre tuve dudas, pero sobre el horario en el que había nacido. Lo que le preguntaba a mi apropiadora era la hora: sabía que el 29 de mayo era el Día del Ejército. Me decían que el 28 Herman tuvo un desfile militar en San Isidro, ella se descompone y yo nací en la Clínica del Sol.” ¿Cuándo aparecieron las dudas de que no sería hija de ellos? “Cuando tenía nueve años, calculo, llaman a Herman a un juzgado de Morón. Un día yo lo acompaño. Entro con él al despacho del juez y el juez pregunta si no era mejor que yo esperara afuera. El dijo que no. El juez saca del cajón una causa y le dice que las ‘viejas’ ya estaban empezando a molestar. Que se quedara tranquilo, que el encargado de todo esto era otro colega, pero que tomara conocimiento de que estaba pasando esto.”
Eso sucedió alrededor de 1989. Victoria no se acuerda del nombre del juez, pero sabe que en ese momento empezó la causa a Tetzlaff. “Hasta entonces, yo lo que sabía era que en Argentina hubo una guerra, en ese momento yo consideraba a Herman como mi papá, para mí la subversión se estaba vengando de ellos que habían sido soldados; que los desaparecidos eran mentira. Pensaba que no eran personas físicas, sino un invento de las Abuelas.”
Cada vez que aparecía en TV algo que no cerraba con ese relato, Tetzlaff la sentaba a adoctrinarla. Le dijo que lo primero que hacía la subversión era dañar a la familia, núcleo vital de una sociedad sana. Que las Abuelas instaban las dudas para crear miedo. “Por eso para mí eran todas unas mentiras: yo era hija de él y estaba convencida de que todo era un invento.”
Tetzlaff era enorme: medía dos metros y pesaba 145 kilos. Era rubio como su mujer, descendientes de alemanes. Vivían rodeados de policías y de militares en los monoblocks de Villa Lugano, que recién se habían construido, dijo Victoria. El departamento solía estar lleno de banderas. Tetzlaff hablaba de la causa: “La causa no sé qué era exactamente, pero era una bandera celeste y blanca; ellos eran los buenos, había una causa nacional; era el olor a cuero, las botas, la familia cristiana, la misa, cenar afuera porque Mary no cocinaba, para mí ésa era la familia: los restaurantes llenos y Herman que terminaba las conversaciones con la 45 arriba de la mesa diciendo: ‘Yo siempre tengo razón, y más cuando no la tengo’”.
Victorica
Entre los amigos de Tetzlaff estaban Leopoldo Galtieri, Guillermo Suárez Mason y Omar Riveros. Con la democracia, a Tetzlaff lo ascendieron de teniente coronel a coronel, lo mandaron a Paraná como juez de instrucción militar para alejarlo por las causas que empezaban a ventilarse en Buenos Aires. Cuando Victoria cumplió 15 años, lo detuvieron por primera vez: entonces apareció Romero Victorica.
“Herman estaba muy nervioso. Un día me llama y me plantea que ya había una causa que había tomado (Roberto) Marquevich, que era un juez montonero, que estaban las Abuelas de por medio, que lo más probable era que me sacaran sangre para compararla con el Banco Genético que en realidad lo manejaban las Abuelas.” En ese momento, también le dijo que seguro iban a decirle que era “hija de la subversión, así es que seguramente después vengan y te saquen de casa. Yo decía mientras tanto que no: que diera lo que diera, me iba a quedar con él; él me lo agradeció y que me dijo que no esperaba otra cosa de mí”.
Para entonces, Tetzlaff tenía a su “amigo en Comodoro Py” que le pasaba todos los datos, dijo ella. Cuando Marquevich, que era juez de San Isidro, la llamó para sacarse sangre, Tetzlaff la acompañó al Banco Genético. Poco después, le anunciaron la primera parte de lo esperado: que no era hija de quienes hasta ese momento suponía sus padres. “Me dijeron que en un 99 por ciento yo no era hija de ellos, pero yo dije que me quedaba con ese uno por ciento, porque sí era hija de ellos. Les decía que eran todos unos subversivos, porque pensaba que era hija de ellos.”
En el camino, Tetzlaff quedó detenido. Romero Victorica puso a sus amigos abogados que, según el relato, le debían un favor. Uno de ellos era un sobrino suyo de apellido Romero Victorica y otro Martín Anzoátegui, juez federal durante la dictadura, que ordenó en 1981 allanamientos a los organismos de derechos humanos. “Lo sacaron a Herman a los tres meses de Caseros, entró en diciembre y salió en abril para la Pascua”, recordó ella.
Mientras tanto, Marquevich seguía buscando la identidad. Un día le pidió más sangre para compararla con otras muestras, pero ella se negó para frenar la causa. Un mes y medio después, su apropiador, que ya sabía lo que estaba pasando, le avisó que la iban a llamar de la Cámara de Casación de San Martín. Ella entró a entrevistarse con los jueces sabiendo que había tres, “uno subversivo y montonero y dos de los nuestros”, dijo. Después de entrevistarla, la Cámara sacó un fallo aceptando que no se sacara sangre, un fallo que nutrió más adelante la resolución de Evelyn Vásquez, que terminó confirmada por la Corte Suprema de Nación.
Victoria le avisó Tetzlaff: “Me acuerdo que Herman me esperaba en una parrilla cerca –dijo–, y yo fui y le llevé el fallo. Me felicitó: ‘Muy bien, m’hija’, me dijo. Se lo di y me acuerdo que cuando me senté creo que fue el comienzo del momento de empezar a hacerme cargo de la otra historia. Pensé: ahora soné si alguna vez quiero saber algo”.
Finalmente, no hizo falta una nueva muestra. Con los nuevos métodos, el juzgado hizo el cruce. Marquevich la llamó un día para decirle cuál era su familia: “Me agarró terror –dijo ella–, porque era hija de la subversión, ése fue el primer miedo”. Cuando su apropiador estaba enfermo o ya había fallecido, ella entró al despacho de Romero Victorica en Comodoro Py. Iba a preguntarle cómo hacer con su nuevo documento porque no lo quería. “¡Si lo habré tenido al gordo acá sentado horas!”, contó que le dijo el fiscal.
El complot contra el juez
Un día, Martín Anzoátegui y otro de los abogados que le había asignado Juan Martín Romero Victorica llamaron a Victoria para proponerle un complot contra el juez Roberto Marquevich. “Para destruir al joven Marquevich”, le dijeron, según contó ella. “Creo que fue cuando el juez ordenó la detención de la señora (Ernestina Herrera) de Noble –dijo Victoria–: decían que había pasado todos los límites.” La propuesta consistía en denunciar al magistrado. Tiempo antes, Marquevich se había enojado con ella porque se negaba a leer el expediente con la historia de sus padres. Le preguntó si sabía leer y le gritó que leyera. Victoria salió del despacho diciendo le habían gritado. Y los abogados ahora pretendían montarse a esa situación: “Querían que yo saliera a los medios a decir que había sido víctima de malos tratos de parte del juez y ellos me iban a ayudar para agrandar esa situación”, dijo. “El tema era que si corríamos a Marquevich de la causa se paraba el expediente y papá además zafaba de ir preso.” En ese contexto, Victoria agregó un detalle: ella aceptó hacer la denuncia para la que los abogados aseguraban contar con todos los medios, pero finalmente no avanzaron porque, al parecer, la vieron muy temerosa. Marquevich fue destituido, pero Victoria recordó que entre las causales de la destitución se mencionaba a su apropiadora: al juez lo acusaron de darle a ella prisión domiciliaria y a la dueña de Clarín, no.
Golpes, gritos y amenazas
Después de nacer, Victoria estuvo de enero a mayo del ’76 en la comisaría de San Martín, al cuidado de unas monjas. Con ella había otros seis bebés, supo por su apropiador. Las monjas los tenían al parecer durante un plazo perentorio: si no los entregaban en los primeros meses, eran enviados a Casa Cuna. Tetzlaff convenció a su mujer de recoger a la niña cuando se acercaba ese límite. Se llevó otro bebé para Lina, su empleada doméstica. Y él mismo decía que los otros se los llevaron hombres de Lugano. Cuando tenía unos cinco o seis años, ella rompió una taza de porcelana de la apropiadora: “Mary me empieza a pegar, y me dice que me devolvía a las monjas. Cuando llega Herman, él le dijo que ya no podían hacerlo, así que después yo le pido perdón, ella me perdona y me dice que por esta vez me quedo en casa”. Cuando creció, no podía escuchar música porque era subversiva. Su hermana más grande –hija biológica del matrimonio– solía hacerlo pero sin que supiera el padre. “Una vez puso la ‘Marcha de la Bronca’, la apagó y cuando salimos todos en el auto yo me pongo a cantar, porque era pegadiza… No llegué a decir uno, dos y me comí un cachetazo de Herman, que me cimbró la nuca”, contó. “Mary puso música en la radio, Luis Miguel o algo así y me dijo: ‘Vos tenés que escuchar esta música y no música subversiva’.” Otra vez, cuando la película La historia oficial ganó el Oscar, su apropiadora sacó la bandera por la ventana para festejar. ¡Vamos Argentina!, decía. “Cuando llegó Herman –dijo Victoria– va al dormitorio y le dice: ¿qué hacés? Ella le responde que habíamos ganado el Oscar y él le dice: ¿pero no entendés nada?”
AYER ALLANARON UNA CASA DEL REPRESOR HERMAN TETZLAFF PARA BUSCAR DOCUMENTACION
Por su parte, hoy la periodista Irina Hauser de Página 12 cuenta lo que se trascribe.
Los papeles que guardaba el apropiador
Victoria Montenegro reveló que su apropiador poseía documentos con datos sobre procedimientos realizados durante la dictadura. La Justicia allanó una de sus casas y, aunque no se encontró ese material, se analizan otros elementos hallados.
Había algo más que Victoria Montenegro tenía atragantado desde hacía muchos años, aparte de que el fiscal de la Cámara de Casación Juan Martín Romero Victorica le pasaba información a su apropiador sobre la causa en su contra. Eso otro era un recuerdo nítido: en una casa donde solía pasar los fines de semana con sus apropiadores en Marcos Paz había visto documentos y papeles vinculados con el terrorismo de Estado, algunos puntualmente con operativos en los que había participado el coronel de Inteligencia Herman Tetzlaff, a quien la mayor parte de su vida creyó su padre, hasta que él mismo le dijo que había matado a sus padres biológicos en marzo de 1976. Así lo relató ante el Tribunal Oral Federal 6 (TOF6), que lleva adelante el juicio sobre el plan sistemático de apropiación de hijos de desaparecidos. A partir de ese testimonio, los jueces ordenaron allanar la vivienda a la que Tetzlaff, con evidente sadismo, llamaba “El Campito”, como el centro clandestino de detención que funcionó dentro de Campo de Mayo. En el procedimiento, que se hizo ayer, se hallaron algunas de sus pertenencias, como una tarjeta de fin de año que le mandó el ex general Santiago Omar Riveros y el libro El Ejército hoy, de 1976, promotor del régimen dictatorial.
Aunque los hallazgos no fueron significativos como evidencia judicial, el abogado de Abuelas de Plaza de Mayo Alan Iud destacó la decisión del TOF6 de impulsar la medida. “Los jueces, casi por regla general, no allanan las casas de los apropiadores investigados. No se entiende por qué, cuando puede ser un gran aporte a la investigación. Hace poco se allanó la casa de un apropiador y se hallaron cartas que dejaban en evidencia que él y su mujer conocían el origen de la chica apropiada”, ilustró Iud.
Victoria le contó a Página/12 que hace diez años que no pisa la casa de Marcos Paz, y tampoco fue ayer, cuando se hizo el allanamiento del que sí participaron agentes de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA), un secretario del tribunal oral y Iud. Cuando declaró, ante la pregunta de uno de los jueces Victoria dijo que creía que allí ya no debía quedar mucho, “aunque quizá todavía quede algo”, aclaró. “Herman –como le dice a su apropiador, ya fallecido– guardaba documentación con información de operativos en los que había participado y en los que había dinero o cosas de valor. Lo hacía para cubrirse, para que después no le dijeran que se había quedado con algo. Pero sé que por orden del Ejército después quemó muchas cosas”, refrescó en diálogo con este diario lo que declaró ante la Justicia. Recordaba, por ejemplo, que Tetzlaff guardaba papeles en un entretecho.
La casa de Marcos Paz, “El Campito” de Tetzlaff, pertenece ahora a la hermana de crianza de Victoria pero la habitan familiares de su marido, que recibieron con buena predisposición a la policía.
Hay otros papeles de Tetzlaff que Victoria tuvo en su poder y que entregó en el juzgado de Norberto Oyarbide, que instruye la causa sobre los crímenes de la Triple A, en la que ella se presentó porque el asesinato de sus padres y su propio secuestro ocurrieron días antes del 24 de marzo de 1976. También relató esto ante el TOF6 y se lo explicó a Página/12 : “Herman había armado unas listas de las empresas de seguridad que trabajaban para (Alfredo) Yabrán y quienes las integraban y al lado ponía el nombre de los centros clandestinos a los que se ve que pertenecieron. Estas listas las tenía él en el penal donde estaba detenido, en Campo de Mayo, y cuando lo internaron en el Hospital Militar me las traje”. Después falleció. Tuvo en su poder, asimismo, una especie de mapa viejo, donde había una esquina marcada, en Ramos Mejía, cree recordar. “Un día, que me junté con hijos (de desaparecidos) que buscan a sus hermanos, lo mostré –cuenta– y una de ellas, me dice ‘¡Esa era mi casa, la casa de mis papás’.”