Su marido y antecesor reinauguró el debate político en la Argentina, sin embargo, fue ella la que, con una simple medida económica, destapó la cajita de Pandora poniendo en discusión el tema más ríspido, el que tocaba la fibra humana más sensible : la del bolsillo. Una medida reformista, tibia y vista con ojos de hoy (económicamente acertada), abrió una enconada discusión sobre la distribución de la riqueza y fue aprovechada por todos aquellos que, desde hacía tiempo venían buscando un resquicio para golpear duro.
Antes, NK había reinaugurado la discusión política pero, sobre temas que ya estaban en la conciencia pública. Otros se habían encargado de macerarlos, instalarlos en la sociedad, convertirlos en necesarios. La derogación de las leyes de la impunidad, el cambio en la Corte Suprema de Justicia, el enfrentamiento con el Fondo Monetario Internacional y la cancelación de la deuda, fueron algunos de los temas a los que NK les puso el moño transformándose en referente de lo más avanzado de la sociedad. Era muy difícil que alguien se opusiera a esas medidas sin salir dañado. Nadie, mucho menos los medios de comunicación y sus periodistas podían levantar voces contrarias sin quedar expuestos y del lado de lo peor. Además, todo tenía lugar en el marco de un crecimiento económico alto y sostenido en el que todos ligaban algo, en especial los más poderosos, pero también los pobres que, del infierno iban pasando lentamente al purgatorio, para utilizar una metáfora de época. Claro que, sin cambiar sustancialmente la desigual estructura económica, por lo que, daba la impresión que todo era gratis o que el sureño era un maestro, según se vea. La verdad, en cambio, estuvo en la virtud de NK de dejarse llevar por la corriente : contentaba al arco de izquierda y centroizquierda con medidas largamente reclamadas y escasamente resistidas y frente a la derecha, tenía esa excusa mientras les permitía a los grandes grupos hacer buenos negocios. En el medio iba logrando avances sociales y políticos sin demasiados costos. Puede decirse lo que se quiera, que le salió, que tuvo suerte, que el contexto internacional, que después de haber salido del infierno todo parecía lindo y la sociedad dejaba hacer, puede Ud. creer que fue así o que NK supo aprovechar los momentos como el mejor. Nada de lo que piense cambiará la verdad, esto es, que desde el 83 hasta acá fue, junto a los dos primeros años de Raúl Alfonsín, el mejor gobierno.
Claro que, no hay (en este caso) dichas, ni malarias que duren 100 años.
De eso caímos en la cuenta a poco de andar el flamante gobierno sucesor. Supimos que no fue gratis lo hecho y que alguien estaba esperando cobrarlo. Fue cuando a poco de asumir y con la misma dinámica que había impuesto su antecesor, CFK quiso aumentar las retenciones a uno de los sectores más privilegiados del país, al sector que más se había beneficiado con un dólar caro y competitivo que pagábamos todos y con precios internacionales envidiables.
Ahí se armó la hecatombe, el tole-tole. Parafraseando a un norteamericano y confrontando con lo que aún hoy se sostiene, podría decirse “fue la plata estúpido” (lo que armó el lío), no los supuestos errores cometidos en la instrumentación que, sin desmerecerlos, quedan en un absoluto segundo plano.
El país se dividió de un modo brutal. Es que, la racionalidad con la que se estaba de un lado y otro era escasa y dependía más de los grados y la disposición a ser más o menos crédulos pero, quiérase o no, lo que subyacía siempre era la discusión de fondo, que se impuso. Así todos empezaron a hablar (aunque más no sea eso), de la setentista expresión distribución de riquezas.
Imperdonable.
Para un país en el que parecía que ya estaba claro que “siempre había habido pobres” y que los seguirá habiendo, obvio, resultaba un improperio.
Dar lugar a un país en el que los pobres traspusieron la etapa de mendigar un trabajo y pasaran a luchar y hacer paros por mejoras salariales sin temor al desempleo, es demasiado para quienes se habían acostumbrado a la fiesta del derrame virtual.
Claro que, como siempre ocurre, nada de esto fue y es tan claro, por lo mismo, las posiciones de actores ineludibles quedaron muy mezcladas.
El punto es que, luego de tantos años de mentiras, los crédulos no pueden culpar a sus antónimos de haber quedado en la vereda de enfrente por falta de confianza en el discurso oficial, más aún si se trata de dirigentes cuyo pasado está ligado al partido que había hecho todo lo contrario de lo que ahora se sostenía. Pero, convengamos, tampoco estos pueden pretender que todos sigan desesperanzados y resignados a que las épocas doradas de las ideas nunca volverán.
En el medio de ambos, de los esperanzados e incrédulos que, de todos modos debatían ideas, quedó la escoria, los residuos del menemismo, los que se quedaron en los 90, los difamadores de profesión, los que todo lo reducen a la compra y la venta, los que no conciben otra mentalidad como la de ellos, cuya binaria cabecita se reduce a cuánto tenés, cuánto vales.
Este sector, sumado a aquellos a los que les encanta sentirse únicos, sirvieron de idiotas útiles a quienes con mucha experiencia en desestabilizaciones saben instalar odios y división social. En rigor, el segundo dato distintivo de este año : la virulencia, la intolerancia y la vuelta al vocabulario soez, a la agresión gratuita de modo de reducir los argumentos a lo más elemental del pensamiento. Así se llegó a sostener que Hebe de Bonafini defiende a este gobierno por el dinero que le dan. Hay muchos interesados en instalar esa idea, sería el fin de lo indiscutible y, por tanto, un logro de quienes quieren ver finalmente reivindicados a asesinos y torturadores.
En una sociedad acostumbrada a la práctica menemista de arreglarlo todo con plata, el rumor no tarda demasiado en correr. En una sociedad con escaso pensamiento crítico, no es demasiado difícil lograr que las personas repitan cualquier imbecilidad. En una sociedad con escasa memoria, resulta relativamente sencillo instalar a alguien como algo diferente a lo que es.
Un buen sueño para el 2009 podría ser apostar a reinstalar las ideas como motor de los cambios, otro, podría ser hacer más uso de la duda y la pregunta ¿ porqué ? esa pregunta es revolucionaria, desbarata cualquier infamia y, por último, un buen regalito de reyes sería no negar per se que el que piensa distinto a mi, no está pensando igual que yo, en lo mejor para el país. Así, seríamos un poco más tolerantes, más críticos y menos manipulables.
Infinitas gracias lectores, felicidades para todos, un abrazo sincero y esperanzado de quienes hacemos este diario.
Hasta el 2009