Las estadísticas oficiales del INDEC revelan que a fines del 2006, el 46,3 por ciento de los chicos argentinos menores de 14 años es pobre, lo que en número concreto significa 4.700.000 de chicos; 13,3 por mil murió en 2005; el 7% de los chicos de 5 a 13 años y el 20% de los adolescentes de 14 a 17 años trabajan; 4 de cada 10 adolescentes de entre 15 y 18 años no asisten a la escuela. Los índices de embarazo adolescente se mantienen altos, el 14% de los bebés nacidos vivos son hijos de madres menores de 20 años pobres y cerca de 3 mil chicos menores de 13 años viven con VIH.
Estos números reflejan claramente que es la pobreza el obstáculo más cruel que tiene el chico para acceder a sus derechos elementales que contempla la Convención Internacional de los Derechos del Niño y la ley nacional Nº 26.061, de Protección Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes.
Pese a que los niveles de pobreza e indigencia fueron disminuyendo, los números siguen siendo alarmantes. Esto se debe a que falta una política que avance en el reconocimiento de los chicos como sujetos de derechos y a la falta de inversión social en el área de la infancia.
Los datos pueden parecer sólo números, impasibles y vacíos, pero detrás de cada uno de estos hay un niño, un niño que el domingo tendría que festejar su día.