Por el incumplimiento de las frecuencias y violando todas la normas del transporte público, en horas de la tarde de hoy lunes, la unidad número 1 de la empresa hizo su recorrido cargando mas de 50 pasajeros, los cuales se habían agolpado en las distintas paradas de La Bianca, luego de 40 minutos sin que pasara ninguna unidad. Vale aclarar que el chofer se negaba a que ascendieran mas personas en el atestado vehículo, pero los ánimos caldeados lo obligaron a abrir la puerta trasera para que subieran los ofuscados pasajeros.
El complejo habitacional La Bianca está ubicado unos 5 km. al norte del centro de Concordia y tiene mas de 15.000 habitantes distribuidos en los barrios 708 Viviendas, Dos Naciones, CTM, Mercantil, 272 Viviendas y las nuevas casas inauguradas al norte del club social y deportivo. Este universo depende de tres líneas de colectivos para el transporte de pasajeros, aunque la principal y mas usada es la número 9, ya que cuenta con el circuito directo y sin desviaciones entre esa zona y el hospital Felipe Heras, pasando por el centro cívico-comercial de la ciudad.
Desde hace varias intendencias, el ex concejal justicialista Oscar Timón siempre pudo convencer a las distintas administraciones copartidarias para que le mantengan la concesión, a pesar de las tormentas de reclamos y denuncias por el pésimo servicio y el calamitoso estado de las unidades. Características que se mantienen como si fuera un sello distintivo de la empresa.
¿Y si al cartelito de NO A LAS PAPELERAS le agregan otro que diga SI A LOS CONTROLES DE TRANSPORTE?
Además de las rabietas, el fastidio y la impotencia que causan en los usuarios, algunas unidades de la empresa son un peligro para el resto de los mortales habitantes de Concordia, que a diario se cruzan con estos colectivos.
Esto quedó evidenciado el pasado mes de abril, cuando al interno Nº 10 se le rompió el eje de una rueda delantera, desprendiéndose el neumático completo. Por suerte el hecho ocurrió cuando el coche transitaba por calle Santa Fe, en el barrio de La Bianca, ya que podría haber sido una tragedia si se rompía en la avenida Eva Perón, con decenas de vehículos transitando en la misma y/o dirección contraria.
Un peligro menos fulminante, pero no menos nocivo, es el monóxido de carbono que expelen la mayoría de las unidades, que irónicamente tienen en su parte trasera la frase: “NO A LAS PAPELERAS”, pintada con rojo furioso e ilustrada con el loguito de una chimenea humeante. Un grado de sarcasmo insuperable que haría replantear la lucha a varios ciudadanos en Gualeguaychú.
Para completar la grilla de perlas negras, la municipalidad tiene un informe elaborado por la Dirección de Transporte que bosteza en algún cajón del 1º piso del edificio comunal. Como si la evidencia no estuviera a la vista, allí se puntualiza que: los colectivos expelen un contaminante humo negro, que algunas unidades circulan sin luces, con problemas de frenos, sin arranque, con frecuencias de horarios que no se respetan y otra serie de incumplimientos.
Magoya y Montoto no dan abasto con las quejas
Tal si fuera un karma que viene incorporado con el lugar en el que viven, los pasajeros de la línea 9 ya perdieron toda esperanza de una mejora sustancial en el servicio por el que pagan.
Quizás esta fresca la experiencia de un grupo de vecinos que a mediados del año pasado osó organizarse para recolectar firmas y exigir así una adecuación de la prestación. No tuvieron mucha suerte con los resultados y la lucha fue abandonada por una advertencia del servicio de «convencedores» a domicilio, los cuales alertaron sobre una posible lluvia de golpes que se podía desatar sobre los quejosos, si es que no modificaban su visión crítica de la línea 9.
Algo similar experimentó el ex concejal Arturo Batistella (UCR), cuando durante la intendencia del ingeniero Hernán Darío Orduna, la comuna le otorgó la actual concesión a la empresa por un período de 7 años.
En aquel entonces, el edil Batistella esgrimía los históricos reclamos de los usuarios y vecinos de La Bianca, mientras que desde la puerta de ingreso a la sala de sesiones, el empresario Oscar Timón lo miraba fijamente como tratando de hipnotizar un elefante. Algunos entendieron que eso era lisa y llanamente una intimidación o una amenaza, pero para alejar dudas o sospechas de algo personal, Timón fue claro: “Batistella es una rata”, dijo por entonces.
Por temor, por complicidad o porque Concordia es una ciudad que defiende aquellas cosas que la hacen negativamente particular, las autoridades comunales permiten que esta historia siga dilatándose. Será hasta que alguien se anime a tomar el Timón por las astas.
