En una conferencia de prensa en la Casa Rosada, el titular de la empresa española, Juan Luis Arregui, había dado por hecho el traslado a Punta Pereyra, en el Río de la Plata. Pero Tabaré recalcó que Uruguay es el que decidirá si «autoriza o no autoriza» ese cambio en el proyecto original.
Al gobierno uruguayo no le cayó nada bien que ENCE y la Argentina lo presentaran como un caso cerrado. Arregui había manifestado que Vázquez «estaba informado». Pero el presidente uruguayo respondió que sólo contaba con un adelanto informal de los españoles al secretario de la Presidencia, Gonzalo Fernández. Anoche, el viceministro uruguayo de Medio Ambiente, Jaime Igorra, confirmó a la agencia AP que recién «a última hora» ENCE había iniciado el trámite correspondiente.
Esto también fue confirmado por el responsable de la firma en Uruguay, Emilio Rodríguez. Flanqueado por Alberto Fernández, Arregui había explicado el martes que la relocalización obedecía al deseo de mantener buenas relaciones con la Argentina y al involucramiento en el mismo sentido del rey Juan Carlos I.
La corona española puso a trabajar en esto a su embajador ante las Naciones Unidas, Juan Antonio Yáñez Barnuevo. La difícil misión de este facilitador —con dos escalas en el Río de la Plata y encuentros más definitorios en Europa— consiste básicamente en lograr que la otra pastera, la finlandesa Botnia, actúe con la flexibilidad que exhibió ENCE.
Hay hermetismo sobre la labor de Yáñez. Pero los finlandeses ya expresaron su voluntad de no moverse; les falta construir apenas el 30 por ciento de su planta. La de ENCE operaría desde 2009.