Pasada las 20.30 y con un auditorio totalmente colmado, Caparrós comenzó su exposición, luego de la presentación, a cargo del periodista Juan Carlos Bettanín. Caparrós comenzó contando de qué forma se había imaginado el viaje y cual era el fin de viajar cerca de 30.000 kilómetros, que según el escritor, era dar cuenta “de frescos de la Argentina contemporánea”. En ese sentido, contó que el proyecto que tenía sobre el libro era recorrer el país a lo largo y a lo ancho, cuestión que al poco tiempo abortara por la cantidad de material que recogería en semejante recorrido. Es así que el autor del reconocido ensayo La Voluntad finalmente decidió dividir el proyecto en dos partes. La primera es precisamente la que quedó plasmada en El Interior, en donde el escritor recorre lo que fue la primera Argentina, es decir los países del norte.
“Hay una serie de territorios que son los que crearon la Argentina y hay otros que son los que la Argentina creó, es decir, hay regiones que existieron antes que exista este país”, deslizó Caparrós a modo de introducción de lo que sería un relato de perplejidades, miserias e irrazonables pensamientos de patéticos dirigentes que en muchos casos fueron y son los encargados de gobernar las vidas de una población.
Luego de una lectura sobre la personalidad de Justo José de Urquiza, Caparrós propuso al público intercambiar opiniones y no reducir 638 páginas «a seis» que son las que les dedica al testimonio de Oscar Mori. Frente a la primera pregunta sobre que opinión le merecían los dichos del ex funcionario, el periodista hizo en principio un análisis de los referentes de la clase política en la Argentina de hoy. A entender de Caparrós, «no son tan inteligentes para hacer las cosas a propósito, pero a veces me pregunto si no lo hicieron a propósito, estoy hablando del hecho de haber desprestigiado la política hasta los niveles de los que ahora está”.
En ese marco se remontó a diciembre del ’83, fecha en la que sostuvo que “la política era una gran esperanza para la Argentina, ya que había estado proscripta por varios años y se esperaban muchas cosas en su retorno”. “La política es la gran desaparecida de la democracia”, adujo el escritor para darle forma a un comentario solicitado desde una de las butacas.
“El hecho que pensemos que no hay que meterse en política, no ha sido otra cosa que una construcción de los propios políticos. Nos hacen creer que es horrible y por lo tanto no ocurre otra cosa que con la política se queden ellos mismos”. “Nosotros no nos metemos en la porquería, pero los que deciden como vivimos son ellos”, concluyó el escritor.
En ese contexto se lamentó que los dirigentes no tengan proyectos. “El último que lo tuvo fue Carlos Menem, fue lo peor que le pudo pasar a la Argentina, pero él tenía un proyecto de cambiar la sociedad y lo hizo radicalmente”, aseveró frente a varias caras de descontento en los espectadores.
Anécdotas
Para volver al relato de un viajero, contó que cuando empezó a recorrer las provincias, una de las cosas que le llamaban la atención era ver como funcionaba el sistema político entre otras cosas. Tenía la intención de conocer gente, lugares, instituciones, hospitales o lo que fuese, pero que de una anécdota se pueda empezar a pensar cosas referentes a un país.
Paso seguido, relató el encuentro con el intendente de un pueblito de Tucumán, quien junto con su hermano mellizo se sucedían en el poder de forma continua. Mientras uno era jefe comunal, su hermano era diputado provincial. En la gestión siguiente los Oreyana – recordó Caparrós – cambiaban de roles y así permanecen en la función pública hace años.
Caso Mori
Frente a la sed del público de que el viaje de Caparrós termine en Paraná, finalmente el escritor le dio el gusto. Al respecto, señaló que cuando se puso a trabajar sobre la realidad de la capital entrerriana, pensó -entre otras cosas, porque también le dedicó varias páginas al proyecto del Centro Cultural La Hendija, por ejemplo- en la posibilidad de llegar a un dirigente que haya estado en el centro del poder político y estuviera dispuesto a hablar de los últimos tiempos. Así recordó que el encuentro con el ex funcionario Oscar Mori «fue placentero» y que se sintió que estaba frente a un hombre “inteligente y culto”.
Tras las expectativas de los espectadores, que entre risas y susurros con el del al lado, querían saber sobre el acceso de Mori a dialogar con él, Caparrós dijo que el relato “había sido muy articulado y que decía cosas con las que yo estaría de acuerdo, como por ejemplo esto de que Busti gobierna por encuestas”. Y acotó: “Eso es lo que decíamos hoy cuando hablábamos de los políticos que no tienen programas”.
“Mori es un tipo que evidentemente ha pensado sobre el funcionamiento de la política. De todos modos me parece que no hay que focalizar la cuestión en el señor Mori, porque él dijo lo que los otros hacen, y parece que él queda pegado y los otros se despegaron”, entendió. “Habría que ver para quien trabajaba”, se preguntó Caparrós casi defendiendo al ex funcionario condenado por el desvío de fondos públicos.
En referencia a por qué no lo nombró a Oscar Mori en su relato, señaló que en realidad lo importante era lo que decía y no quien lo decía. De todos modos recordó que el propio gobernador Jorge Busti se encargó de nombrarlo cuando se presentó a la Justicia para aclarar algunas declaraciones del supuesto Oscar Mori en el libro. La anécdota desató la risa de los presentes que festejaron las ironías de Caparrós en todo momento.
Más adelante, continuó contando sobre la construcción del país al que le adjudicó la frase: “un país es la suma de infinitas diversidades”. En ese sentido contó que en todas las provincias donde estuvo le decían que a comparación de las otras esa era especial por una u otra cosa. Lo que lo llevó a pensar que es una sensación propia de los argentinos, pensar que cada uno es especial y hasta se enorgullece de que le pasen cosas aun siendo terribles y repudiables.
Para el final, y como lo viene haciendo en las provincias donde ha presentado el libro, se despidió con la lectura de unas páginas del libro, referidas en este caso a Pueblo Liebig, Departamento Colón, donde funcionó un saladero del que hoy ya queda migajas.
Con las últimas líneas del relato el reconocido escritor cerraba casi dos horas de reflexiones, anécdotas y lugares de una parte de la Argentina.