La opinión es superior a la información pero inferior al Juicio

La información no siempre habla por si misma. No siempre es rotunda (y limitémonos aquí estimado navegante-lector a considerar la información vertida por profesionales intelectualmente honestos y no a los escribas de los intereses más espurios y egoístas). O a lo mejor sí, habla, pero de maneras diferentes a cada receptor. Una misma información puede causar distintas reacciones según quien, cuando o dónde se la escuche. Cada persona es un mundo diferente, cada ciudad es un microcosmos particular, con ciertos valores, creencias, cultura y costumbres particulares (La posibilidad de ubicuidad que da la tecnología hace que la información pueda llegar a todo el mundo, incluso al mismo tiempo). El sentido de la información también cambia según el modo en que es comunicada: cuando, por ejemplo, se dice: “Asaltaron a una familia que veraneaba en Brasil”. No es igual a cuando se dice: “Inseguridad en Brasil: comenzaron los asaltos a turistas argentinos”.
La manipulación de los medios de comunicación consiste en ser una influencia indirecta, sutil, que pretende transformar al hombre sin atacar directamente su voluntad o su libertad. Para decirlo de otra manera, la manipulación es una influencia que actúa por ocultamiento: La manipulación en los datos políticos suele ser muy sutil y abundante.

Un receptor desprevenido la mayor de las veces no nota la diferencia: su capacidad de enjuiciar es adormilada por la excesiva repetición y sucesión de informaciones.
Por principio hay que dudar. Contrastar la información con la vida misma, con otros datos, comprobarlo uno mismo, antes de creerlo por el mero hecho de que ha salido en los medios. Hay que recordar que la globalización ha sido posible, entre otras cosas, por dos revoluciones: la tecnológica y la informática. Y ha sido y es dirigida por el Poder Político y Financiero.
Entonces: ¿Para que sirve la opinión? ¿Para encausar la información en un mismo sentido, una misma dirección, un mismo efecto? ¿Para dar una visión de los hechos informados?:

En las palabras de Humberto Eco en sus “Cinco escritos morales»: “La función intelectual consiste en determinar críticamente lo que se considera una aproximación satisfactoria al propio concepto de verdad; y puede desarrollarla quien sea, incluso un marginado que reflexione sobre su propia condición y de alguna manera la exprese, mientras que puede traicionarla un escritor que reaccione ante los acontecimientos con apasionamiento, sin imponerse la criba de la reflexión.
…La función intelectual se ejerce siempre con adelanto (sobre lo que podría suceder) o con retraso (sobre lo que ha sucedido); raramente sobre lo que está sucediendo, por razones de ritmo, porque los acontecimientos son siempre más rápidos y acuciantes que la reflexión sobre los acontecimientos.”
Los periodistas que opinamos no podemos evitar ser soberbios. Pretendemos estar capacitados para equilibrar la balanza y darle a la información el propósito que debe tener, hacer que la información cause el efecto para el que –decimos y defendemos creer- fue divulgada. Pretendemos ser una conciencia incómoda e impertinente de la sociedad en su conjunto y de sus partes. Unos inconformes con todo.

Muchos de los periodistas que opinamos con honestidad intelectual o que, en el mejor de los casos, emitimos un juicio de valor a partir de datos específicos, creemos que la principal -sino la única- razón para lo que la información fue vertida es el crecimiento democrático, civil y humano de las personas, de la sociedad toda. Con esa convicción tomamos la información y elaboramos juicios, tratamos de atar cabos, de buscar esa verdad que nos ayudará a ser hombres libres y el conocimiento que no nos permitirá excusarnos de ser irresponsables o de mantenernos al margen. Pretendemos poder distinguir el bien del mal y lo verdadero de lo falso. Pretendemos saber que es lo mejor para todos y queremos hacerlo saber. Creemos que la información nos muestra lo que somos. La opinión, el juicio, lo que podemos ser. La información es el espejo y la opinión el cristal con que se mira.
Entonces: somos soberbios, inconformistas, pretenciosos, tal vez ingenuos. Somos traicioneros de la función intelectual porque no podemos dejar de ser apasionados… pero nunca malintencionados.

Esta revista digital pretende la búsqueda de la comprensión y la verdad a partir de lo que nuestra convicción y nuestra soberbia entienden como lo justo y lo correcto.
Disculpen por la soberbia de querer jugar de árbitros nombrados por sigo mismos. Gracias por estar de ese lado, de nuestro lado. Bienvenidos.

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