El hospital Centenario está punto de honrar a su nombre, ya que sus paredes agrietadas hace 95 años que se han levantado. Pero con el correr del tiempo ha sufrido deterioros que en muchos sectores que resultan irreversibles, por más que se esfuerce el Estado y las organizaciones intermedias por reparar y mantenerlo.
Por los techos ingresa agua, haciendo estragos en las maderas, cielorrasos y paredes. La reciente tormenta arrojó como saldo más ingreso de agua, caída de maderas y pedazos de cielorraso y el reverdecer de la humedad en Sala I, Sala II, sector de Endoscopía y Sala Niño Sano.
Los especialistas señalan que el problema radica en la construcción. El Hospital se levantó en el antiguo cementerio de la ciudad, no está encadenado con columnas de hormigón, los ladrillos tienen rigidez y esto contrasta con el afirmado de cal y arena que es flexible. Esto hace que cualquier movimiento donde está afirmado no lo absorba el ladrillo y cuando se interviene en la reparación de un sector el problema parece en otro lado.
Ghiglione recordó “el fenomenal trabajo” de un grupo de Boys Scout en los consultorios externos, que evitaron la caída de revoques y cielorrasos, pero lamentó que como en otros casos esto “durará solo un tiempito”.
Ante ese cuadro de situación, Ghiglione prefiere una inversión de un nuevo edificio y no en utilizar partidas para buscar arreglos que consideran innecesarios y estériles.
“Hay que tirar todo abajo y levantar un nuevo hospital”, afirmó el funcionario ayer mientras enseñaba los lugares más deteriorados del edificio, y agregó: “la gente acá adentro no puede seguir trabajando en las condiciones que trabaja; la gente que viene a atenderse no puede seguir atendiéndose en las condiciones que se atiende”.