Estudiantes de Concepción del Uruguay buscaron marines en Mazaruca

Mazaruca es un pequeño asentamiento del sur entrerriano, a 23 kilómetros de Ibicuy, ubicado frente a las islas Lechiguanas. Su nombre comenzó a sonar cuando, en los años 2001 y 2002, se conoció un informe acerca de que allí había una base semipermanente de fuerzas internacionales que realizaban prácticas militares.
“Mazaruca está habitada por 30 familias, y cualquiera de sus pobladores mira con asombro a cualquier visitante que pregunte acerca la presencia de militares de toda Latinoamérica y Estados Unidos en el lugar. Es que ver un marine, para los lugareños, es como ver el camión recolector de residuos pasar por el frente de su casa”, señaló Pralong luego de entrevistarse con varios vecinos del lugar.
Para llegar a Marzaruca hay que recorrer un angosto camino de tierra que la separa de Ibicuy. En el ingreso se puede leer: “Pasar 48 horas después de la lluvia”, por lo que se corre el riesgo de entrar y no volver en dos días si es que cae alguna lluvia de importancia.
Es una zona de pescadores que todas las semanas llenan sus camionetas de bagres y sábalos.
Según los datos que el equipo pudo recabar, este asentamiento todavía cuenta con una pista de aterrizaje que perteneció a la Fuerza Aérea Argentina, y sus terrenos correspondieron a Yacimientos Carboníferos Fiscales. Según declaraciones de los mismos habitantes del lugar, esta pista aún estará activa, ya que recibe aviones y helicópteros de los armados visitantes.
“La gente de Mazaruca describe a los soldados extranjeros como distantes, pero macanudos al momento del contacto. Nos comentó un vecino que la mayoría son muy jóvenes. Él los vio el 4 de setiembre, cuando tropas brasileñas y uruguayas realizaban prácticas frente a Mazaruca”, dijo el estudiante.
La primera noche que el grupo de investigación pasó en esa zona del delta entrerriano fue subyugante ante el agreste paisaje que los rodeaba. La mañana siguiente los encontró tratando de encontrar marines estadounidenses en un día más que especial: era el 11 de setiembre, se cumplían cuatro años del golpe más cruento que los Estados Unidos recibieron en la historia moderna.
Fue el puntapié inicial para una escalada militar, y el pequeño engranaje que se movía en Mazaruca también formaba parte de esa inmensa maquinaria bélica.
“Mazaruca puede ser uno de los tantos paradigmas de ese giro que sufrió la historia de nuestro planeta. Si uno observa de noche hacia donde se desarrollan las tareas militares, el único sonido que se percibe es el chapoteo del salto de los peces en el agua; lo demás es calma, un silencio que parece difícil de romperse, como señalan los vecinos que habitualmente ven ese mismo cielo iluminado por explosiones que los pobladores describen como una especie de fuegos artificiales”.
Todos los testimonios recogidos por el equipo de estudiantes coincidieron en señalar que la actividad cobra, durante algunos meses del año, un ritmo intenso, lejos de la tranquilidad que habitualmente cubre este pueblo.
“Al mirar hacia las Lechiguanas, sólo puede observarse un muy débil haz de luz en el horizonte que corresponde a la ciudad bonaerense de San Pedro, del otro lado del Paraná. Pero no siempre es así. Hombres y mujeres del lugar cuentan que hay momentos que parecen sacados de películas”.
La vegetación atravesada por soldados que parecen conocer más las trampas de la naturaleza que los propios lugareños. ; barcos, lanchas, anfibios, aviones Mirage haciendo maniobras al estilo de las mejores películas de Holly-wood y soldados totalmente equipados, con las caras pintadas, completan el cuadro del supuesto pacífico lugar donde 200 personas parecen ocupar y vivir un lugar que no les pertenece.
“Pobladores y marines, cada uno en lo suyo. Nadie interviene en la vida del otro, todo parece natural allí. Un Mirage surcando los aires y un peón arreando vacas como si nada pasara es el insólito panorama que ofrece esta particular zona del mundo”, remarcaron los investigadores.
El lugar es especial no sólo por lo que sucede allí, sino por lo que posee en cuanto a recursos naturales. El Delta entrerriano es, en potencia, uno de los lugares más ricos del mundo en cuanto a las reservas de agua, y allí puede estar la respuesta –o una de las respuestas– de la asidua visita de tropas estadounidenses al sur de Entre Ríos.
Aunque Mazaruca aparece como símbolo de esta especie de invasión norteamericana, no es el único lugar relacionado con este tipo de movimientos que marcan la presencia de ejércitos internacionales. El despliegue de fuerzas va desde la misma zona de Ibicuy, pasando por la isla Matasiete, a muy pocos kilómetros al noroeste de Mazaruca, y toca suelo bonaerense en cercanías de Zárate y Campana.
Pero la actividad de las fuerzas extranjeras no siempre parece juegos de guerra y balas de fogueo. “Sin ir más lejos, en la última visita de las tropas brasileñas y uruguayas casi ocurre una tragedia cuando policías de Mazaruca fueron confundidos con soldados que estaban realizando las prácticas, según citaron fuentes cercanas a la Departamental”, destacó Pralong.
Esta parte del Delta es la favorita de muchos para la caza y la pesca, pero en tiempo de marines aparecen los problemas. No son pocas las veces que cazadores y pescadores se han visto intimidados por soldados o por los mismos policías de la Departamental Ibicuy para que se alejen del lugar o les entreguen las armas.
Coinciden los estudiantes en señalar que las autoridades, “desde políticos a fuerzas de seguridad, no quieren hablar del tema ante un micrófono o una cámara. Hay miedo”. Un miedo que termina cuando se apagan la luces y los micrófonos, porque en el trato mano a mano, mate de por medio, “los vecinos contestan con absoluta normalidad que los marines están allí y son parte de su vida, ésa es su verdad. O sólo una parte”.

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